Nos habíamos acostumbrado a que teníamos una educación para ricos y otra para pobres, una salud carísima para los acomodados y otra para los pobres, una previsión útil sólo para una fracción de la ciudadanía y el pilar solidario, esto es el sistema público, para la mayoría. Este mundo dividido se expresó el 28 de octubre en el campo político. La democracia chilena excluye al 60% de los ciudadanos y ciudadanas. Hemos retrocedido violentamente a la democracia censitaria del pasado. El camino de despolitización iniciado por la dictadura militar, retrotrayendo la incorporación de las clases medias y populares al sistema político lograda entre los años 30 y 70 del siglo pasado, lo completó la Concertación, coalición de partidos que si bien lideró la recuperación de la democracia, privilegió bajo sus cuatro gobiernos una forma de hacer política que fue excluyendo progresivamente a la población de las principales decisione, contribuyendo así a una creciente apatía respecto del sistema político.
El debate poselectoral tiende a adjudicar esta situación a la aprobación de la inscripción automática y el voto voluntario. Es probable que este mecanismo haya contribuido a que 8 millones de chilenos y chilenas se hayan abstenido de votar. Qué duda cabe que es necesario iniciar un profundo análisis y probablemente revertir la voluntariedad del voto manteniendo la inscripción automática. Este sistema funciona en sociedades en que las desigualdades no son tan flagrantes. Esta es, no obstante, sólo una parte de la historia. Más relevante aún es el desafecto estructural y creciente de la ciudadanía respecto del sistema político. No es sólo que los diferentes partidos y coaliciones no se diferencian en lo que hacen, también se han desdibujado las diferencias en lo que dicen, o dicho más precisamente en lo que no dicen. Los especialistas están conscientes de que esta campaña fue la peor desde la recuperación de la democracia. Fue una aguerrida lucha de rostros acompañados de otros rostros, sin aludir a ideas de ninguna naturaleza.
Quienes favorecen la democracia de pocos, probablemente están satisfechos. Olvidan que si bien la democracia pone en riesgo los privilegios, es también el mecanismo fundamental para canalizar las protestas hacia el sistema democrático. Esa fue la lógica tras el nacimiento y la incorporación a la vida política democrática de los grandes partidos obreros en Europa. Con el “New Deal” algo similar ocurrió en los Estados Unidos. Es esa lógica la que permitió a esos países avanzar al desarrollo, la que fue derrotada en las elecciones municipales del 28 de octubre. Lo que la democracia censitaria genera es la protesta antisistema, que ya aparece en el país en la forma de “encapuchados” y de algunas movilizaciones de los pueblos originarios. Deriva de la certeza de que la democracia no permite abordar los problemas de las grandes mayorías. Habida cuenta de los problemas que se enfrentan en educación, en materia de endeudamiento de las personas y de las pequeñas empresas; del entrampamiento en el campo energético y medioambiental, ¿es posible pensar que en estas elecciones no habían temas motivantes para levantar el interés electoral?
Lo que la democracia censitaria genera es la protesta antisistema, que ya aparece en el país en la forma de “encapuchados” y de algunas movilizaciones de los pueblos originarios. Deriva de la certeza de que la democracia no permite abordar los problemas de las grandes mayorías.
Lo inesperado en esta elección excluyente fue que venció la Concertación. Siempre se pensó que la mayor abstención favorecía a la Alianza por Chile (de hecho esa era la racionalidad tras la imposición del voto voluntario). No obstante, es la Concertación la que se mueve en el mundo restringido de nuestra democracia, como “pez en el agua”. En este universo, el fenómeno Bachelet obtuvo, qué duda cabe, una importante victoria. En concejales, la Concertación más el Partido Comunista obtuvieron el 49,5% de los votos, muy por encima del 33% que obtuvo la coalición de derecha. Más importante aún, los partidarios de Bachelet tradujeron la intención de voto a favor de la ex presidenta en votos efectivos. Dentro de esa coalición se mantuvo el predominio del eje Democracia Cristina-Partido Socialista, dejando en evidencia la debilidad de quienes aspiran a dar un giro respecto de lo que habitualmente propuso e implementó la Concertación. Del mismo modo, bajo la efigie de la ex presidenta la Concertación logró victorias significativas en Santiago y Ñuñoa. Las grandes victorias concertacionistas se lograron en comunas lideradas por candidatos DC y PS (o como en el caso de Santiago, por Carolina Tohá miembro de la oposición a la actual mesa directiva del PPD). En el mundo de la democracia restringida pareciera que el camino se le hace más fácil a la ex mandataria para volver al sillón presidencial.
No será en todo caso tarea fácil, persisten las grandes diferencias de proyecto entre las dos almas que atraviesan la Concertación. Aún cuando los resultados electorales fueron recibidos con sonrisas y bajo un techo común, está por verse si Bachelet logrará resolver las diferencia y el deterioro de las relaciones al interior de esa coalición.
La derecha y el gobierno venían siendo golpeados sistemáticamente por las encuestas, pero se pensaba que ello era producto de la pésima evaluación que se hacía del gobierno y del presidente de la República. Parecía que ese rechazo no afectaría a los presidenciables de esa coalición. La elección municipal, en particular la de concejales, deja en evidencia que la brecha entre la popularidad (o falta de popularidad presidencial) respecto de la votación obtenida es extremadamente pequeña. Quizás lo único positivo para la coalición de gobierno es que sólo tiene una alternativa: dejar de esperar y atender a los movimientos que pueda hacer Michelle Bachelet y decidirse a tomar la iniciativa. En tal sentido, lo más probable es que los presidenciables abandonen en los próximos días el gabinete y comiencen con la campaña presidencial. La sempiterna sonrisa de Golborne (que va de la mano de la ausencia de ideas y de propuestas para el país) se transformó rápidamente en una mueca ante el mal augurio de la derrota de su estrecho aliado Zalaquett en Santiago.
Marco Enríquez-Ominami con el PRO y sus aliados lograron siete alcaldes (donde resalta la victoria en una capital regional, Arica) y 49 concejales con 4,51% del electorado. Se trata de un resultado promisorio para una organización tan joven. La actual situación permite pensar que en un escenario de tres candidatos presidenciales obtendrá un resultado electoral que le permitirá ser carta decisiva en una eventual segunda vuelta. Sin embargo, su gran desafío radica en incursionar, con las ventajas de ser una fuerza que representa la ruptura frente al viejo sistema político, en ese 60% de la ciudadanía que no vio el 28 de octubre razón para participar. Si eso se logra, la elección presidencial podría no estar aún decidida. Un fenómeno interesante, que abre perspectivas, fue sin duda la batalla entre la democracia contra dictadura que tuvo lugar en Providencia, donde salió victoriosa la candidata que primero triunfó contra la Concertación y luego contra la derecha más nostálgica del régimen militar.