Hablar del riesgo de extinción de la especie humana parece, en principio, una exageración propia de novelas y películas de ciencia ficción. No lo vieron así más de mil científicos, expertos y prospectivistas de todo el mundo, que lo hicieron presente en una mega reunión online en tiempo real de 24 horas, celebrada el 1 de marzo de este año. Es una alerta temprana al sistema internacional, basada en evidencias concretas y en estudios específicos que realizan centros de investigación, universidades y think tanks de 65 países.
Hace unos días, el Secretario General de la ONU emitió un Informe a la 76º Asamblea General, con el título de “Nuestra Agenda Común”, planteando precisamente que tanto el multilateralismo como la propia estructura de la ONU, deberían asumir que existen y deben ser anticipados los riesgos globales que amenazan no sólo el bienestar de la humanidad, sino su propia existencia.
La posibilidad de que la especie humana llegue a extinguirse es una preocupación creciente, como por ejemplo para el Centro para el Estudio del Riesgo Existencial (CSER) de la Universidad de Cambridge, los think tanks The Millennium Project con sus 4.500 expertos, la World Futures Studies Federation, la Federación de Futuristas Profesionales, la Red Iberoamericana de Prospectiva, por citar algunos. Alertas que se suman a advertencias tan relevantes como las Bill Gates o de Stephen Hawking sobre la amenaza de la Inteligencia Artificial, o las de Lovelock sobre la transición a un mundo híbrido humanos-cyborgs.
Ahora más que antes, la tensión entre lo urgente y lo importante, el corto y el largo plazo, y lo local y lo global, adquiere total relevancia para la toma de decisiones. Los gobernantes a nivel nacional, regional o multilateral deben tener una mayor capacidad de conducción basando todas las decisiones, programas, presupuestos y relación con la comunidad en estas múltiples perspectivas y no sólo en una. La institucionalidad del estado y del sistema multilateral deben incorporar una capacidad anticipatoria que no existe actualmente.
Según el astrofísico Martin Rees, del CSER, “tenemos al menos cincuenta por ciento de riesgo de experimentar un muy grave revés a nuestra civilización entre la actualidad y el fin del siglo XXI”, pero “es difícil para los políticos centrarse en cuestiones a largo plazo de alcance mundial, bajo la presión de preocupaciones a corto plazo, así que como científicos, tenemos la responsabilidad de asegurarnos de que las mejores ideas científicas se introduzcan en el proceso político”.
Lo mismo valdría para los políticos, hacer caso de los científicos.
“Las crisis inmediatas siempre parecen anular las preocupaciones a largo plazo sobre el futuro de la humanidad”, dice Jerome Glenn, director del Millennium Project, en una nota preparada recientemente para el Secretario General de las Naciones Unidas, respaldada entre otros por el Premio Nobel Oscar Arias y científicos de todo el mundo, proponiendo que sea la ONU la organización que centralice los estudios e investigaciones sobre las amenazas globales que llevarían a la extinción de la especie humana, y coordine a las agencias que realizan prospectiva para su prevención.
Es una tarea urgente, inmediata y que no es de ciencia ficción. Para el director del CSER, Sean O’Heigeartaigh, “si damos por hecho que la humanidad no va a desaparecer, entonces desaparecerá”.