En la madrugada del sábado fue aprobada en la Cámara de Diputados la reforma laboral que envió el presidente Felipe Calderón. El carácter de preferente con que fue ingresada, ponía a esta iniciativa en una situación avícola, es decir que a producto de gallina tenía que ser discutida y aprobada antes de este domingo. Por eso, no debe extrañar que de acuerdo a una encuesta que publicó Excélsior el 24 de septiembre, sólo 47% de la gente entrevistada sabía que se estaba discutiendo una nueva Ley del Trabajo y de ese porcentaje, la mayoría no tenía idea de qué se estaba proponiendo exactamente.

Sólo cuando se les informaba de qué se trataba la iniciativa, las propuestas que más simpatías causaban eran las que tenían que ver con una mayor rendición de cuentas de las dirigencias sindicales; además, 92% estaba de acuerdo en que la elección de los dirigentes sindicales fuera por voto libre y secreto. ¡Láaaastimaaaaa Margarito!, porque justamente fueron esas propuestas las que no pasaron, por la oposición de los sindicatos que recibieron el apoyo del PRI. Carlos Romero Deschamps, Elba Esther Gordillo, Carlos Aceves del Olmo, Francisco Hernández Juárez, entre otros muchos líderes gremiales pueden seguir durmiendo tranquilos.

¿Qué se aprobó entonces? Se oficializa el pago por horas; ahora las empresas podrán contratar por periodos de prueba hasta por 30 días y de capacitación inicial por tres meses sin que haya después de ese tiempo, responsabilidad del patrón si el trabajador no es apto para el puesto; se regula la subcontratación o el llamado outsourcing, y los trabajadores gozarán de una licencia de paternidad de cinco días en el nacimiento de sus hijos o adopción, entre otras.

¿No sería maravilloso que se contratara a los legisladores y funcionarios por un periodo de prueba de tres meses para luego, sin ningún remordimiento o responsabilidad, podérseles correr si no cumplen las expectativas del ciudadano?

Estos cambios generaron mucha oposición de sindicatos, trabajadores y partidos como el PRD, PT y Movimiento Ciudadano. Lo que deberían hacer los legisladores ahora, tal y como se propuso en las redes sociales, es ser ellos los primeros en sujetarse a esta nueva Ley, que pasó a revisión a la Cámara de Senadores.

¿No sería maravilloso que se contratara a los legisladores y funcionarios por un periodo de prueba de tres meses para luego, sin ningún remordimiento o responsabilidad, podérseles correr si no cumplen las expectativas del ciudadano? Con este candado, seguramente los diputados que tomaron el viernes y el sábado la tribuna lo hubieran pensado dos veces antes de convertir en un circo la Cámara baja, lo que de cualquier manera no sirvió de nada, porque el priista Jesús Murillo Karam se balconeó y no porque aprobó la ley, sino porque se fue a dirigir la sesión desde un balcón, dónde las mentadas de algunos legisladores de izquierda le sonaban a serenata.

Y si se les pagara por horas a los legisladores, ¡el ahorro que significaría para el erario público! Seguramente con ese dinero las reservas del país se irían por las nubes. Lo que también debieron haber regulado, ya que estaban en eso, es que a los legisladores que no asistieran a tres sesiones seguidas se les corriera de inmediato. Si esto sucediera, seguramente al senador Joel Ayala, al que hay que mandarle a decir que la legislatura ya inició, ya se le hubieran dado las gracias por participar.

También hubieran aprovechado para agregar a esta Ley, que para legislar se garantice que los diputados y senadores estén en pleno uso de sus capacidades, y no se pelen y estrellen en puertas de cristal, como el diputado Martí Batres; que no confundan la Cámara de Senadores con la de Diputados, como hizo Ana Gabriela Guevara; o que no pongan que la Ley del Trabajo se aprobó con 351 votos a favor, 130 en contra y 10 abstinencias, en lugar de abstenciones, como tuiteó la diputada Blanca Jiménez Castillo.

Finalmente, los deberían obligar a informar que estudios tienen y pedir un mínimo de formación académica. De acuerdo a la organización Impacto Legislativo, a principios de septiembre sólo 344 diputados habían informado que estudios tenían. Estos datos, por supuesto, siguen sin actualizarse en la página de la Cámara. De esos, la mayoría de los diputados federales no habían concluido sus estudios de licenciatura y ocho tenían nivel de preparatoria. Eso podría explicar porqué las leyes salen como salen.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.