Hoy, hace 30 años, ocurrió el último golpe de Estado “de viejo estilo” en Guatemala. El hecho es historia antigua para alrededor del 70% de los guatemaltecos de hoy, y para 25% de los adultos, quienes integran las generaciones de habitantes nacidos con el país gobernado por presidentes electos en las urnas. Los defectos del actual sistema son conocidos y muy serios, pero me parece importante relatar a esa mayoría ciudadana algunos hechos históricos, en un breve resumen, acerca de la situación del país y las causas de este alzamiento militar.
Se le puede considerar como un muy sui géneris inicio del fin de las dictaduras militares, aunque sea sólo entendidas como imposiciones de gobiernos a base de fraudes electorales.
En 1970 ganó los comicios Carlos Arana Osorio, entonces coronel y luego general. Sus sucesores, los generales Kjell Eugenio Laugerud García (1974-78) y Fernando Romeo Lucas García (1978-82) fueron producto de sendos fraudes. La tercera elección, de 1982, también fue fraudulenta y la maquinaria política de la alta jerarquía militar se preparó para imponer al general Ángel Aníbal Guevara. Sin embargo, el malestar nacional creciente se extendió a oficiales de mediana graduación, quienes depusieron a Lucas, y llamaron al general Efraín Ríos Montt, quien había sido ganador de las elecciones de 1974. Este factor, y las promesas del nuevo jefe de Estado, provocaron una aceptación generalizada, muy pronto erosionada por sus errores.
Ríos Montt estuvo en el poder hasta el 6 de agosto de 1983, cuando el Ejército lo relevó del mando, debido a los riesgos de convertir a Guatemala en una Irlanda tropical, como producto del fanatismo religioso protestante neopentecostal. El general Óscar Humberto Mejía Víctores aceptó las recomendaciones de civiles y afianzó el camino a elecciones. Las primeras, el 1º de julio de 1984, integraron la Asamblea Nacional Constituyente, y las segundas, el 30 de mayo de 1985, engendraron al gobierno presidido por Vinicio Cerezo Arévalo, de la Democracia Cristiana. Fueron las últimas elecciones con partidos ideológicos y no organizaciones clientelistas, como es el caso de todos los más de cien partidos creados desde entonces.
Este artículo no intenta señalar todos los factores para analizar las actuaciones de los militares en otros temas, como los derechos humanos. Eso es otro tema, y muy importante. Sólo quiere realizar una breve mención resumida de las fechas y protagonistas de los cambios de gobierno ocurridos en el país durante el siglo XX.
Este artículo no intenta señalar todos los factores para analizar las actuaciones de los militares en otros temas, como los derechos humanos. Eso es otro tema, y muy importante. Sólo quiere realizar una breve mención resumida de las fechas y protagonistas de los cambios de gobierno ocurridos en el país durante el siglo XX. Por eso el 23 de marzo de 1982 debe ser reconocido junto con el 20 de octubre de 1944, Revolución de Octubre; el 3 de julio de 1954, ingreso de la Liberación; el 31 de marzo de 1963, golpe de Estado contra Miguel Ydígoras Fuentes e instalación del gobierno militar encabezado por el coronel Enrique Peralta Azurdia, y con ello comprobar la presencia tan grande del factor militar en la conducción del país.
Lucas fue presidente porque la presidencia era el último cargo de la carrera militar, y era la conclusión para un exministro de la Defensa. Lo mismo ocurrió con Laugerud. Luego, Mejía Víctores asumió mientras ejercía ese ministerio, lo cual antes también había ocurrido con Peralta Azurdia. Otro factor histórico importante es el conflicto armado interno, cuyos inicios pueden encontrarse, aunque tímidos, en 1960, mientras Ydígoras era presidente, y finalizado en 1996, tras siete años del fin de la Unión Soviética. Muchos de los actuales avances, y también de los problemas del país, son derivados de ese movimiento de los “oficiales jóvenes”. Los destinos de los protagonistas fueron muy diversos y, en general, su papel está olvidado.
*Esta columna fue publicada originalmente en PrensaLibre.com.