Periodista estrella del noticiario nocturno de la cadena norteamericana NBC, 9,3 millones de televidentes cada noche, catalogado dentro de las 25 personas con más credibilidad para el público y un contrato de US$10 millones renovado por un período de cinco años eran hasta hace algunos días parte del ostentoso curriculum del periodista Brian Williams. Sin embargo, todo esto que puede sonar maravilloso se vio manchado por su propio protagonista, quien en un lapsus de 57 segundos decidió disculparse con la audiencia por haber desvirtuado un incidente ocurrido en 2003, cuando reporteaba la guerra de Irak. Williams había sostenido durante años que el helicóptero en el que viajaba durante el conflicto había sido alcanzado por fuerzas enemigas. La verdad: había sido impactada por otra aeronave.

La falsedad en su narración quedó al descubierto por el comentario en Facebook de un ingeniero que volaba en el helicóptero atacado, luego que se emitiera por la cadena de televisión un homenaje a un veterano de guerra, momento en el cual el presentador reafirmaba su historia. “Perdona colega, no recuerdo que estuvieras en mi helicóptero. Sí me acuerdo de que llegaste como una hora después de que aterrizáramos para ver lo que había pasado”, se podía leer como un mazazo. Presionado por las críticas, el hasta ese entonces presentador y editor de dirección fue suspendido durante seis meses de su empleo y sin sueldo por la NBC.

Lo que sobre todo perjudica a Williams en su calidad de periodista es que en vez de acercar a la gente al sitio del suceso con sus crónicas, los situó más lejos del espacio que existe entre la televisión y la silla del comedor, cruzando además la delgada línea que existe entre hacer noticia y ser noticia.

Este hecho y otros similares, como lo sucedido en 2004 al ex periodista del USA Today, Jack Kelley -quien en 2004 también fue desvinculado por descubrirse que algunos de sus escritos como reportero de guerra tenían testimonios falsos-, parecieran cuestionar sobre todo los códigos y la ambición detrás del “showbiz” que accionan los medios de comunicación por conseguir la mayor cantidad de audiencia, sin embrago, también resaltan la importancia de la verificación de hechos o verificación de datos (fact checking) en el ejercicio del periodismo , profesión que ya se ha visto desvirtuada con el pasar de los años con situaciones similares a la ocurrida con Williams y Kelley.

No obstante, las disculpas del presentador de NBC no han logrado calmar las “aguas” y menos cuando, durante años, el medio de televisión para el cual trabaja no reparó en investigaciones pese a que el periodista cambio en varias ocasiones la verdad de los hechos. ¿Por qué no comprobar en su momento una historia que parecía sacada de una película? ¿Los ingresos y los peak de sintonía eran demasiados para derrumbar una historia como ésta?

Bajo esta lógica, pensar que la mentira era más atractiva que la verdad no sería una barbaridad y menos cuando también se pone en duda la cobertura del periodista durante el paso del huracán Katrina, cuando aseguró haber visto cuerpos flotando y el suicidio de un sujeto al interior de un estadio que servía de albergue en Nueva Orleans.

Situaciones como estas también dejan en evidencia los problemas ligados a la fama y el ego que acarrea estar en boca de todos. Sin embargo, lo que sobre todo perjudica a Williams en su calidad de periodista es que en vez de acercar a la gente al sitio del suceso con sus crónicas, los situó más lejos del espacio que existe entre la televisión y la silla del comedor, cruzando además la delgada línea que existe entre hacer noticia y ser noticia.

Es por eso que es primordial, tal y como plantearon los periodistas Bill Kovach y Tom Rosenstiel, que la profesión y más bien los periodistas se ajusten a seguir lo más fielmente cerca de nueve principios que ellos plasmaron en una publicación titulada “Los elementos del periodismo”: verdad, lealtad ante los ciudadanos, independientes con respecto a aquellos de quienes informa, debe ejercer un control independiente del poder, ofrecer un foro público para la crítica y el comentario, esforzarse por que el significante sea sugerente y relevante, seguir las noticias de forma exhaustiva y proporcionada, además de respetar la conciencia individual de sus profesionales.