El propósito del acuerdo sobre el programa nuclear iraní se establece en el primer párrafo de la primera página. Allí se afirma que este habrá de “garantizar que el programa nuclear iraní sea pacífico” y luego se añade la promesa de su régimen, según la cual “bajo ninguna circunstancia Irán buscará, desarrollará o adquirirá armas nucleares”. Así, cuando Trump niega que ese fuera el propósito formal del acuerdo, uno duda de que haya leído siquiera la primera línea.

Claro, una cosa es que el acuerdo establezca ese propósito y otra distinta es que sus condiciones garanticen su cumplimiento. ¿Cuáles son esas condiciones? Irán entregó el
97% de sus existencias de uranio enriquecido, redujo de 20.000 a 5.000 el número de centrifugadoras para enriquecer uranio, redujo su nivel de enriquecimiento a un máximo
de 3.67% (para armas nucleares se requiere un 90%), y eliminó su capacidad para producir plutonio. Para garantizar el cumplimiento de esas condiciones Irán, que es parte del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), adoptó un protocolo adicional que permite inspeccionar las 24 horas todas las etapas de su programa nuclear (condición que se establece por tiempo indefinido). A cambio de ello se levantaban las sanciones en contra de su programa nuclear (las aplicadas por otros motivos seguían vigentes).

¿Qué tan exigentes son esas condiciones? Ningún Estado fue sometido jamás a inspecciones más rigurosas. Salvo Corea del Norte, ninguno de los Estados que desarrollaron armas nucleares en violación del TNP (cosa que no hizo Irán) fue sometido a sanciones comparables (es decir, India, Israel, Pakistán y Sudáfrica, la cual fue sancionada por su régimen de segregación racial). Y a esos Estados jamás se les exigió cumplir con condiciones similares a las que aceptó Irán.

Ningún Estado fue sometido jamás a inspecciones más rigurosas. Salvo Corea del Norte, ninguno de los Estados que desarrollaron armas nucleares en violación del TNP (cosa que no hizo Irán) fue sometido a sanciones comparables (es decir, India, Israel, Pakistán y Sudáfrica, la cual fue sancionada por su régimen de segregación racial). Y a esos Estados jamás se les exigió cumplir con condiciones similares a las que aceptó Irán.

Por cierto, todos esos Estados participaron en un mayor número de guerras inter-estatales que Irán y también respaldaron grupos irregulares armados más allá de sus fronteras. Lo menciono porque el otro argumento que se esgrime contra el acuerdo nuclear es que Irán no cesa de desarrollar actividades que propician la inestabilidad regional. Las cuales, siendo ciertas, palidecen en comparación con la generosa contribución a la inestabilidad regional que realizan sus acusadores. Estados Unidos, por ejemplo, invadió Iraq contraviniendo el derecho internacional y propiciando el surgimiento de Daesh y contribuyó a convertir a Libia en un país crónicamente inestable (del cual partían oleadas de refugiados rumbo a Europa, cuando no morían ahogados en el Mediterráneo o eran secuestrados para su venta como esclavos).

Por lo demás, el acuerdo se basaba en la lógica de que, si hubiera que seguir enfrentando acciones hostiles por parte del régimen iraní, era preferible hacerlo encondiciones en las  que este no contara con un programa nuclear para fines militares. Por eso el acuerdo obtuvo un consenso internacional virtualmente unánime (salvo por Netanyahu, quien sostiene que Irán está a punto de obtener un arma nuclear desde el siglo pasado, y el príncipe saudí Bin Salman, quien no tenía oficio conocido antes de convertirse en gobernante de facto): aprobaron el acuerdo Alemania, China, Estados Unidos, Francia, el Reino Unido, Rusia y el Consejo de Seguridad de la ONU (que lo respaldó en forma unánime). Ahora, triste y paradójicamente, el actual gobierno estadounidense amenaza a sus aliados europeos con sanciones por cumplir con un acuerdo que negoció el anterior gobierno estadounidense.