¿Qué se termina, y qué se podría estar abriendo, con el arrollador triunfo del candidato del Frente Amplio, Gabriel Boric, en Chile?
Con un 55,9% frente al 44,1% del candidato de extrema derecha, José Antonio Kast, no quedan dudas del deseo de cambio fundamental al que aspira la mayoría en Chile. Y es que este resultado se agrega al masivo estallido social de octubre de 2019 y al contundente triunfo de la opción por una nueva Constitución, con 78% de aprobación, en octubre de 2020.
Para los muchos que en América Latina han visto desde hace tiempo a Chile como modelo de desarrollo económico y social, esta ansia de cambio puede sonar extraña. Ese modelo, conocido como neoliberal, tiene como pilares el rol central y sin contrapesos del mercado, un estado subsidiario y que no interviene en la economía, y la consiguiente solución de problemas sociales por la vía de emprendimientos privados (en salud, pensiones, educación y vivienda), así como la apertura al comercio y la inversión extranjera. Sus bases en Chile fueron establecidas durante la dictadura cívico-militar de Augusto Pinochet, y coincidió (en cierto modo anticipó) con las reformas liberales de Ronald Reagan y Margaret Thatcher.
Las fuerzas que liberó este modelo, no hay que esconderlo, tuvieron un impacto positivo y poderoso en la economía chilena. Durante la década de los 90 y 2000 le cambiaron el rostro al país. Pero dos grandes problemas indicaron su agotamiento. Por un lado, si bien se superaba la pobreza, se incrementaba la desigualdad. Por el otro, sin ninguna política de desarrollo distinta a las señales inmediatas del mercado, el país reposó en la antigua ventaja comparativa de sus recursos naturales, dependiendo de sus buenos o malos precios. El estancamiento económico de la última década, provocado por el fin del superciclo del boom de las materias primas, ha terminado por colmar la paciencia de los chilenos.
¿Y qué se podría estar abriendo?
El nuevo presidente, elegido con 35 años, representa un cambio generacional radical. Representa a una generación que comenzó a madurar con el decline del modelo neoliberal y que se ha movilizado desde sus tiempos estudiantiles cuestionándolo. Boric y quienes lo acompañan son, en sus treinta y tanto, ya políticos profesionales avezados que llevan 15 o más años en estas lides. El Frente Amplio es una coalición de distintos partidos y movimientos de esa raigambre, y la lista electoral triunfante incluye al Partido Comunista, una rareza sobreviviente de los viejos tiempos soviéticos del siglo pasado.
¿Y cuan real es el peligro populista? En esto somos más cautos. Ante el fin del modelo neoliberal, una respuesta de corto plazo, desesperada y desesperanzadora, es efectivamente el populismo. Pero existen otras alternativas de largo plazo, y en el equipo programático de Boric se asoman economistas partidarios de un estado emprendedor.
La campaña de la derecha se centró en el peligro del comunismo y del populismo. De que Chile siguiera el camino de Venezuela o, en versión más moderada, de Argentina.
¿Es real el peligro antidemocrático?
Creemos que es una posibilidad, pero altamente improbable. Chile es hoy un país movilizado electoralmente, que vota más que nunca, con fuerzas políticas que en su gran mayoría −empezando por el propio Gabriel Boric− tienen convicciones democráticas. Incluso Kast, el candidato de la extrema derecha, y un nostálgico del pinochetismo, mostró una actitud republicana impecable, aceptando tempranamente su derrota y yendo a saludar personalmente al candidato vencedor de la izquierda. En la coalición que gobernará hay efectivamente fuerzas que simpatizan con la dictadura de Maduro y la cubana, incluyendo al propio Partido Comunista, pero son minoritarios.
¿Y cuan real es el peligro populista?
En esto somos más cautos. Boric ha creado enormes expectativas de cambio en pensiones, educación, salud, vivienda, mientras se anticipa un bajo crecimiento en 2022 y 2023. La deuda pública sigue creciendo y se estima que en uno o dos años bordeará el 50% del PIB. La inflación ya se empina en torno al 6,5% y si bien una parte es de origen foráneo, otra importante proviene del exceso de gasto fiscal gatillado por las respuestas a la pandemia. No hay un enorme espacio para gasto fiscal, y la reforma tributaria que se proyecta enfrentará un Parlamento donde derecha e izquierda están virtualmente empatados. La mesa parece dispuesta para una tentación populista.
En su primer discurso, Boric enfatizó la gradualidad, citando a Pepe Mujica para señalar que se avanzará peldaño a peldaño. Pero hay bastante ansiedad en ver cómo se maneja. Por ello la elección −ojalá pronta− de su gabinete económico será la primera señal clave. De algún modo, el nuevo gobierno deberá bajar las expectativas, moderarlas, graduarlas en el tiempo, o se verá en serios aprietos.
Ante el fin del modelo neoliberal, una respuesta de corto plazo, desesperada y desesperanzadora, es efectivamente el populismo. Pero existen otras alternativas de largo plazo, y en el equipo programático de Boric se asoman economistas partidarios de un estado emprendedor. En ese sentido va su propuesta de crear un Banco de Desarrollo. Citan a la ya famosa economista Mariana Mazzucato, de University College London (UCL), que ha mostrado como el estado, apoyando y financiando empresas y proyectos de alto riesgo, está detrás de grandes avances y el crecimiento de países como el propio libremercadista Estados Unidos. Por mencionar algunos avances que remarca esta autora, internet, el GPS, las constantes generaciones de semiconductores, el famoso auto eléctrico de Tesla, y últimamente el desarrollo de las vacunas contra el COVID no existirían sin el apoyo y la toma de riesgos por parte del estado norteamericano, aunque sean privados los que lo ejecutan y toman sus propios riesgos. Una realidad muy distinta a los mitos libremercadistas que Estados Unidos cuenta sobre sí mismo. Es revelador que el último libro de Mazzucato, “Misión: Economía”, se ha estado vendiendo en los supermercados de Chile, al lado de best sellers como la biografía de Don Francisco y los dramones de Isabel Allende.
Mariana Mazzucato, junto a los economistas Joseph Stiglitz, Thomas Piketty, José Ocampo y Ha-Joon Chang, firmaron una carta apoyando la candidatura de Boric. No se propone un estado propietario que administre empresas estatales, sino un estado que apoya el desarrollo de ciertos sectores clave por parte de empresas privadas, que financia Investigación y Desarrollo de alto riesgo y eventual alto potencial. Es, como ha explicado el economista de Cambridge Ha-Joon Chang −cercano al equipo de Boric−, de un modelo que explica el crecimiento de Japón, Corea del Sur y otro buen número de países, con una fórmula más “dirigista” que interventora o propietaria. A esto hay que agregar, como signo poderoso de los tiempos, el hechizo de la exitosa fórmula china, que hoy Xi Jinping propagandiza a nivel global y que, además de crecimiento acelerado, promete “prosperidad común”.
En el vecindario, algunos economistas del nuevo equipo que gobernará miran con simpatía a Uruguay, un país que combina democracia, niveles superiores de inclusión y equidad, con apertura al mundo, desarrollo de nuevas industrias basadas en el conocimiento y seguridad jurídica. Y donde la alternancia de derechas e izquierdas en el poder no parecen alterar de modo importante ese consenso básico.
Es, sin duda, más claro lo que se termina en Chile que lo que comienza.