Actualmente, según cifras de la Subsecretaría de Relaciones Internacionales, existen aproximadamente 1.294.136 empresas en Chile. De ellas, 235.569 son Pequeñas y Medianas Empresas – sin considerar las micro empresas-, pero solo el 1,6% de ellas exporta, lo que es una cifra sin duda preocupante y, al mismo tiempo, una gran oportunidad.


Si analizamos las exportaciones de Chile durante los últimos años, veremos que aproximadamente un 50% de ellas corresponden a la minería y la otra mitad está representada, en gran medida, por productos a granel. Más aún, si dejamos fuera el vino embotellado, las exportaciones de valor agregado o de productos terminados casi no aparecen en las estadísticas de exportación nacional.


Tanto en el sector público como privado se han hecho esfuerzos para incentivar a las pequeñas y medianas empresas a exportar, y si hay algo que la pandemia evidenció, tanto en Chile como a nivel mundial, es que abrirse a nuevos mercados a través de Marketplaces globales es, actualmente, una de las estrategias más potentes y exitosas para sobrevivir a mercados adversos. Pero ¿estamos preparados para masificarlo?


Hoy con la revolución digital existen todas las herramientas tecnológicas para vender fácil y rápido en distintos mercados simultáneamente, además de esfuerzos que hemos hecho entre privados e instituciones públicas para democratizar las exportaciones y diversificar la matriz exportadora mediante la venta de valor agregado; sin embargo, nos encontramos con trabas que ralentizan el proceso y que impiden una escalabilidad rápida de todas las marcas, lo que nos demuestra que debemos trabajar en políticas públicas que permitan avanzar al ritmo que la digitalización y el e-commerce necesitan.


Dentro de las principales adversidades, vemos inconsistencias en Aduanas globales, vacíos legales en los sistemas tributarios para vender directamente en distintos mercados a consumidores finales y problemas para justificar la recepción de pagos internacionales, que se suman a diversas otras en los distintos países con los que nos ha tocado trabajar. Eso significa una importante pérdida de recursos, incumplimiento de plazos, pérdida de oportunidades reales y un gran sentimiento de frustración, especialmente si las empresas no tienen un acompañamiento y asesoría de expertos.


En un mundo donde el 20% de las ventas totales del retail corresponden a ventas online (en China un 52.1%), y donde se proyecta que el e-commerce durante los próximos cinco años siga creciendo a tasas anuales promedio de 12% (habiendo crecido un 26% en 2020), es imposible continuar en las mismas condiciones. Es muy importante adelantarse y empezar a desarrollar políticas de Estado entre naciones para disminuir las trabas legales y barreras arancelarias, además de implementar herramientas de cooperación tributaria para ventas minoristas a través de canales digitales, tanto en los tratados de libre comercio existentes como en los que vengan. Si queremos depender en menor medida de la minería, el valor agregado y los canales digitales globales sin duda son el camino; sin embargo, hasta el momento la realidad nos muestra que la tecnología ha avanzado mucho más rápido que los sistemas regulatorios.