Son las cuatro de la tarde y todavía no se ve mucha indignación frente a la estación Atocha. A juzgar por la muchedumbre que espera entrar en el Museo Reina Sofía y que abarrota los cafés y tabernas de los alrededores, la crisis no ha llegado a Madrid. Pido un pincho de bacalao y una caña de cerveza y reviso en el diario El País el cronograma de actividades, por si me he equivocado de día o de mes.
Al madrileño que le consulto por la situación del país me dirá que “está fatal”. Desempleo, obras públicas sin terminar, urbanizaciones que quedaron a medio habitar en las afueras de la capital y un temor por el futuro del estado de bienestar. Pero eso que en otro país sería pesadumbre y depresión aquí es un gesto irónico y, venga, otra caña de cerveza… Al final de cuentas es Madrid, la ciudad infatigable de Europa donde hasta los ancianos salen de juerga y vuelven de madrugada.
Una hora más tarde ya se ven cientos de personas y algunos furgones de policía. Frente al local de McDonald’s unos jóvenes reúnen firmas para alguna causa y una señora de edad camina con un megáfono y una gorra con el Che Guevara. Subo por las callejuelas del barrio de Letras y llego hasta la Puerta del Sol, donde nació hace algunos meses el movimiento de ''los indignados''. Ya hay algunos cuantos, entremezclados con la horda de turistas que han bajado desde el norte de Europa en busca del calorcillo otoñal de la península ibérica. Un tipo rapado intenta colgar un lienzo en la salida del metro, otros colocan un equipo de sonido más bien casero. Si es por producción esto se ve modesto.
“Es una protesta de clase media”, me dice José Antonio Padilla, un joven peruano que trabaja en una librería especializada en autores latinoamericanos. “No tiene líderes ni programa y es difícil que llegue a algo”.
El villano del día es el accionar de banqueros y operadores financieros, un mundo paralelo e inexplicable para el ciudadano de a pie. ¿Cómo explicarle que los mercados financieros tienen dos caras? ¿Una, la que canaliza los ahorros, financia proyectos e hipotecas y valoriza las pensiones, y otra que las destruye ahí donde la política mira para otro lado?
Damos una larga vuelta por las calles aledañas, parando aquí y allá para comer bocadillos de jamón con su consabida caña de cerveza. Cuando regresamos a eso de las ocho, en Sol ya hay miles de personas, y se nos unen Marta, la novia de José, y un par de amigos, Ximena y Pablo. Me llama la atención la fauna variopinta que circula apretujada como en un concierto de rock. Jóvenes que lían tabaco de pie o agitan banderas republicanas, abuelitas con carteles, familias con niños. Más que indignación en el ambiente hay ironía y sentido del humor. Un hombre mayor se pasea entre la multitud arrastrando dos perros salchicha y perorando en voz alta: “¡Salid de la ingenuidad, los chinos lo controlarán todo!".
Según las últimas encuestas, el Partido Popular les sacará a los socialistas al menos 15 puntos de ventaja en las próximas elecciones, mientras que Izquierda Unida y UPyD, el partido centrista de la ex PSOE Rosa Díez casi duplicarán su votación. José coincide con mi hipótesis de que en la Plaza Mayor está, básicamente, el voto perdido del PSOE. Reconoce también que Mariano Rajoy, el líder de la oposición, no está tan equivocado en anunciar medidas de austeridad. Muchos funcionarios públicos cobran sin hacer nada y la corrupción es rampante.
Fiel a su acta de nacimiento, en estas reuniones de indignados no hay oradores ni músicos famosos: la multitud se basta a sí misma. Un minuto de silencio y se escucha la 9ª Sinfonía. Se alzan las manos y se entonan cánticos contra Esperanza Aguirre, la polémica presidenta del gobierno autonómico de Madrid.
Lo novedoso es que algo similar está pasando, en estos precisos instantes, en decenas ciudades del mundo. Con mayor o menor intensidad, el sentimiento de malestar se expresa en las calles de Londres, Berlín, Nueva York y Santiago de Chile, saturando además las redes sociales. El villano del día es el accionar de banqueros y operadores financieros, un mundo paralelo e inexplicable para el ciudadano de a pie. ¿Cómo explicarle que los mercados financieros tienen dos caras? ¿Una, la que canaliza los ahorros, financia proyectos e hipotecas y valoriza las pensiones, y otra que las destruye ahí donde la política mira para otro lado?
Pablo y Ximena partirán dentro de pocos días a Brasil en busca de mejores oportunidades. Según distintas estimaciones, unos 500.000 profesionales han dejado el país en los últimos desde que comenzó la crisis, lo que incluye también a muchos latinoamericanos que llegaron en la década anterior. Al saber que soy periodista y trabajo en un medio de economía y negocios, Ximena me pregunta: “Venga, entonces nos puedes explicar qué coño está pasando”. Y yo le digo: “mmm, ¿por dónde quieres que comience?”.
En esos momentos un profesor toma el micrófono y entona, con voz grave y en el estilo del Siglo de Oro, una “Romanza contra la Globalización”. La multitud lo escucha en silencio.