Pocas son las cosas más reveladoras sobre el grado de desarrollo de un país que la forma en que sus conductores se comportan. Y con ‘conductores’ no nos referimos a los líderes de una sociedad y responsables de las decisiones trascendentes, sino simplemente a los que conducen un vehículo motorizado por las calles.

Hay imágenes que no dan lugar a confusión. Viejos buses que ocupan más de un carril, impiden el paso de otros vehículos y recogen pasajeros a mitad de cualquier calle son clara evidencia del subdesarrollo que todavía aqueja incluso a países que han incrementado su nivel de ingresos, pero cuyo crecimiento económico no se ha visto complementado aún con solidez institucional. Respecto a la infraestructura, tenemos dos extremos. Desde calles tan llenas de huecos que ya parecen caminos afirmados de vez en cuando interrumpidos por un pedazo de asfalto hasta la proliferación de reparaciones que suelen bloquear simultáneamente la vía en reparación y las vías alternas. Como para ‘que se note la chamba’ de la autoridad ‘responsable’. 

No podemos dejar de mencionar los rompemuelles. Si lo piensan un minuto, verán que hay una relación inversamente proporcional entre el número de estos y el nivel de desarrollo o civismo. Como se asume que nadie va a respetar las señales de ‘Pare’, estas son solo decorativas y tienen que venir reforzadas por un obstáculo suficientemente grande para obligar a los conductores a frenar. Lo que todavía me resulta inexplicable es la aparición de rompemuelles en las avenidas y calles preferenciales, mientras la señal de ‘Pare’ se encuentra en la calle secundaria. Imagino que debe ser resultado de algún concurso para ganar el premio a la Norma Más Absurda. 

Los taxis son mi capítulo favorito. Hay mil cosas que aprender de ellos y sus pasajeros. Su relación comienza con una larga negociación, que usualmente involucra un monto máximo de dos soles, pero que congestiona el tránsito de tal manera, que origina una reacción en cadena de insultos y bocinazos de tal calibre, que, aunque ya no sorprenden a la mayoría, todavía pueden matar del susto a un transeúnte distraído. 

Lo que todavía me resulta inexplicable es la aparición de rompemuelles en las avenidas y calles preferenciales, mientras la señal de ‘Pare’ se encuentra en la calle secundaria. Imagino que debe ser resultado de algún concurso para ganar el premio a la Norma Más Absurda.

Si bien hay casos especiales, como el de aquel jubilado que hacía taxi porque su psiquiatra le recomendó que encontrase gente con la cual conversar, el número y nivel académico de los taxistas suele ser indicador del nivel de desempleo o subempleo. La proliferación de taxis también guarda relación directa con el nivel de informalidad y la facilidad de adquisición de un automóvil (en el caso del Perú, ambos magnificados por el acceso a autos usados, de timón cambiado y subvaluados). 

Cuando soñamos con el sistema de transporte público ideal, aparecen en nuestra mente trenes subterráneos; buses grandes y puntuales, con rutas definidas; taxis identificables, con paraderos y taxímetros. Y a eso debemos aspirar. 

Pero será una tarea que tomará un buen tiempo y no debe hacernos renunciar a exigir una mejora inmediata, con medidas tan poco imaginativas y pretenciosas como pretender que las leyes de tránsito se cumplan. Además, si al hecho de que los semáforos en rojo signifiquen que no se puede avanzar, le agregamos la cortesía de no avanzar tampoco en ámbar cuando es evidente que se va a terminar a mitad de un cruce, se ahorrarían horas en los traslados y mejoraría el nivel de contaminación auditiva.

Si elimináramos los rompemuelles en calles secundarias, podríamos dar la impresión de civilizados (y de saber leer las señales de tránsito). Y si los elimináramos de las avenidas preferenciales, podríamos dejar de parecer estúpidos.
Tampoco sería mala idea prohibir que se recojan o dejen pasajeros a la mitad de una avenida y que se castiguen las carreras de ómnibus para ganarlos. Completaríamos el trabajo con los buses al exigirles que cumplan con las revisiones técnicas que hoy solo parece que se requieren para los autos nuevos. Con ello se mejorará la calidad del aire y se retirará de las calles un número importante de unidades obsoletas.
¿Y los taxis? Merecen más que solo unas líneas.