En Buenos Aires, este domingo va a ser un “día peronista” y no va ser “un día peronista”. Lo primero porque el pronóstico de las encuestas dice que Cristina Fernández va a ser reelecta como ocupante de la Casa Rosada. Y lo segundo vinculado a un pronóstico del tiempo que anuncia: “cielo parcialmente nublado o nublado. Tiempo inestable”.

Si del clima se trata, hay menos “días peronistas” en el siglo XXI que en el XX. Una investigación ha demostrado que la cantidad de días soleados (“días peronistas”, según la mitología de los seguidores del caudillo Juan Domingo Perón, los cuales decían que si él hablaba a la masas, esa jornada era de gloria sin nubes) en la ciudad cayó. Corren más vientos y llueve más. Según el Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera, de la Universidad de Buenos Aires, de los 1.050 mm anuales en precipitaciones de los años 60, el promedio escaló a 1.300 mm de hoy. Nadie se muere de sed en “la Capital de un Imperio que Nunca Existió”, como dijo el filósofo Albert Camus al conocerla.

Lo que sí descansa en paz es el sistema político tripartidista que determinó la historia de Argentina entre 1930 y 2000: la UCR (radicales), el Partido Justicialista (el peronismo) y el “Partido Militar” (el Ejército y la Marina liberal-católicos). “Han destruido los partidos y ahora el sistema de partidos”, me dice un analista político respetado, que no simpatiza con la presidenta, aunque sí con el peronismo. De la habilidad para entender la fase final de esa destrucción, es que surge la capacidad de gestión de Cristina Fernández de Kirchner, la cual se sustenta en tres herramientas: el hiperpresidencialismo, el nacionalismo democrático y capitalismo regulado.

Eso explica en no poco la razón por la cual La Jefa, La Reina, La Yegua, CFK o Cristina, no sólo puede convertirse en la primera mujer en ser votada dos veces para ocupar el sillón presidencial en Latinoamérica, anécdota, sino en convertirse en el candidato que le saque más distancia a su segundo en la historia del país. Irónico, “porque ella estaba muerta después de la crisis del campo”, continúa el analista, y “en el cálculo de nadie entraba su recuperación”.

El nuevo sistema político de Argentina todavía no está reconstruido en su totalidad. Que ello se logre en los próximos cuatro años podría ser el mayor éxito la presidenta reelecta.

Cristina es una política hábil, dura y –contra lo que dicen muchos de sus adversarios– con convicciones. Pueden desagradar o alegrar, pero están ahí.

Es ese “conviccionismo” el que le facilitó el optar por el modelo de la “majestad presidencial” antes que por el del “reality del gobierno”, tan popular hoy en la región. Nada de programas de radio o TV semanales. Nada de grandes fiestas. Nunca una aparición en programas de alto rating de la farándula, como sus antecesores. Jamás, incluso, reuniones de gabinete de las cuales puedan emerger rumores (verdaderos o no) de las pugnas dentro de la administración. Bono puede ir a visitarla, pero a ella no se la verá en sus recitales. Prefiere que la fotografíen en las “aburridas” inauguraciones de una central nuclear de potencia o en la instalación del Max Planck Institute en el país.

Muchos de sus enemigos políticos la ningunean al decir que lo suyo es nada más que suerte (lo que incluye la “suerte” de la mala suerte de que su marido, el ex presidente Néstor Kirchner, se haya muerto de sorpresa, concitándole la piedad de millones). Es decir, soja y China. No es así. Es por ello que ninguno supera el 12% a 15% de la intención de voto. En cambio, sí sería una mala suerte la “suerte” de que la oposición siga demolida, porque el modelo hiperpresidencialista surgido de apuro post desastre 2000-2003, de ese modo, no derivará en un sistema de relevo viable. ¿Qué podría ocurrir? “Todos los funcionarios que vienen de la época de Néstor (Kirchner) pasan a cuarteles de invierno después del domingo”, dice el analista. Viene un recambio generacional. El problema es que “cuando tenés la hegemonía total, tus enemigos aparecen dentro de la casa”, sentencia.

Así, mientras su plan de gobierno 2.0 parece ser más (o mucho más, es lo que se discute) de lo mismo: activismo acelerado en todas las áreas; lo importante será no sólo la viabilidad del “modelo” económico (como asevera la prensa local), sino asegurar la viabilidad del sistema político todavía en reconstrucción. Sólo así los “días cristinistas” serán recordados con buen humor cuando las pasiones del momento sean Historia.