La tercera versión de la Encuesta Auditoria a la Democracia, coordinada por el PNUD y el Centro de Estudios Públicos, en colaboración con un consorcio de centros de pensamiento representativos de un amplio espectro político del país, muestra que a pesar de la creciente distancia de los/as ciudadanos/as con las instituciones políticas, las chilenas y chilenos valoran cada vez más la democracia como el mejor sistema de gobierno.

Hoy, el 64% opina que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno, un aumento de 6 puntos desde la última medición del 2010. Sin duda este es uno de los resultados más positivos que entrega el estudio, cuyos resultados generales ratifican la creciente disconformidad de las personas con esfera política.

Enfrentar el malestar y la desafección activa requiere sin duda un conjunto de reformas políticas, pero la evidencia muestra que éstas no serán suficientes si no se fomenta al mismo tiempo la participación social y la asociatividad, y se crean condiciones para que los ciudadanos sientan que su voz es escuchada en forma efectiva.

Así, el apoyo normativo a la democracia contrasta con el malestar exhibido con su funcionamiento efectivo en el país y específicamente con los actores e instituciones que la conforman. Sólo el 18% opina que la democracia en Chile funciona bien o muy bien, mientras el 57% y el 20% respectivamente opinan que funciona regular o mal y muy mal. La confianza en todas las instituciones cae siendo los Partidos (9%) y el Congreso (15%) quienes concitan los menores niveles de apoyo. Este dato pareciera ya no ser noticia en la medida que ratifica hallazgos similares de muchos otros estudios. Sin embargo, más allá de la fotografía del 2012, la tendencia que muestra esta Auditoria desde el 2008 en adelante representa un fuerte llamado de alerta para abandonar la distancia con que se observa el desplome sostenido en la confianza en las instituciones democráticas.

Una segunda tensión evidenciada por el estudio se refiere a la participación social y  política. Mientras desde el 2010 aumenta la legitimidad de todas las formas de participación social y política (a través de las redes sociales, manifestaciones públicas, campañas, etc.), se mantiene baja la participación efectiva en dichas expresiones de acción colectiva y en organizaciones sociales tradicionales y nuevas (sindicatos, partidos, corporaciones etc.), sobre todo si dicha participación se compara con niveles exhibidos en otros países de América Latina. A pesar de las movilizaciones masivas ocurridas en el 2011, los chilenos se muestran poco participativos y con una marcada sensación de ineficacia respecto del peso que tiene su opinión en autoridades e instituciones. El 62% opina que es poco probable que las autoridades locales presten atención a sus demandas en caso de ser presentadas, el mismo 62% manifiesta que su opinión no sería considerada si se moviliza por temas medioambientales y un 48% expresa que al gobierno no le importa la opinión de personas como él/ella.

La Auditoria a la Democracia muestra un fuerte apoyo a reformas políticas que han estado en discusión en el país. El 61% prefiere primarias para elegir candidatos, el mismo porcentaje (61%) apoya el derecho de todos los chilenos en el extranjero a votar en elecciones presidenciales, el 70% está a favor de legislar a favor de cuotas de género para aumentar representación política de mujeres y un contundente 89% aprueba el reconocimiento constitucional de los pueblos indígenas. Una opinión más ambivalente, pero en el mismo sentido se observa respecto del sistema electoral binominal utilizado para las elecciones legislativas: 44% cree que debe cambiarse, 24% que debe mantenerse y el 33% dice no saber o no tener opinión sobre la materia. Estos apoyos dan cuenta que existe una aspiración por mejorar el funcionamiento democrático y en particular para enfrentar las carencias de representación que evidencia.

Existen diferencias importantes en la forma en que los ciudadanos están manifestando su malestar con la democracia, mientras los mayores de 35 años, y en especial los mayores de 55, los sectores con mayor escolaridad y que se identifican con alguna corriente política siguen participando activamente en las elecciones, los jóvenes, los pobres y quiénes no se identifican con los partidos y coaliciones muestran una tendencia a mantenerse al margen de los procesos electorales.

Enfrentar el malestar y la desafección activa requiere sin duda un conjunto de reformas políticas, pero la evidencia muestra que éstas no serán suficientes si no se fomenta al mismo tiempo la participación social y la asociatividad, y se crean condiciones para que los ciudadanos sientan que su voz es escuchada en forma efectiva.

*Esta columna fue publicada originalmente en la revista Humanum del PNUD.