El asesinato del joven homosexual, Daniel Zamudio, ha despertado una ola de protestas en Chile, que se ha extendido al mundo entero. Se reclama contra la violencia y discriminación que caracterizó el ataque de los cuatro miembros del grupo neonazi, responsables del crimen. Pero, también, se ha llamado la atención por la responsabilidad ideológica y moral que les ha cabido a las iglesias (católicas y evangélicas) y grupos políticos conservadores.
La iglesia católica chilena ha desplegado un vigoroso activismo contra toda iniciativa que coloque en un plano de igualdad de derechos a los homosexuales. En el año 2009 publicó el libro “Homosexualidad juvenil: orientaciones educativo pastorales”, dónde se argumenta que la homosexualidad es una desviación comparable al sadismo, masoquismo, pedofilia y bestialidad.
Consecuentemente, para la iglesia católica los actos homosexuales deberían ser condenados como desviaciones de pecadores. Por su parte, los evangélicos han sido incluso más violentos en su crítica. En el último Te Deum (septiembre 2011), el discurso del Obispo Hédito Espinoza señaló: “El diablo ha estado socavando la familia. Hoy se está luchando por la ley de las minorías sexuales y mañana tendremos que orientar al pedófilo, al que le gusta el incesto, y luego tendremos que orientar a aquel que está con la zoofilia. Así es como las iglesias chilenas han desatado una guerra sin cuartel contra las minorías sexuales.
Paralelamente, los políticos conservadores, mayoritariamente de la Unión Demócrata Independiente (UDI) y Renovación Nacional (RN) -los partidos de gobierno-, con su discurso homofóbico y oposición a la ley antidiscriminación, facilitan el camino a los que abusan contra los diferentes. El proyecto de ley que se propone sancionar la incitación al odio, la intolerancia y la discriminación, se encuentra desde hace siete años paralizado en el Congreso, gracias al freno colocado precisamente por los parlamentarios conservadores. Éstos incluso trascendieron el Parlamento, cuestionando el proyecto en el Tribunal Constitucional con las firmas de 33 parlamentarios de la UDI, nueve de RN y un DC.
En suma, el caso del joven Zamudio pone de manifiesto la dramática realidad de desigualdades y abusos que caracterizan a la sociedad chilena, que se encuentran presentes no sólo en el plano económico, social y político, sino también en el ámbito valórico-cultural.
El rechazo al conservadurismo cultural se hizo presente en el velatorio del joven Zamudio. En efecto, los defensores de las minorías sexuales atribuyeron responsabilidad en el crimen a los políticos de derecha, representados por el alcalde de Santiago, Pablo Zalaquet, y a la iglesia por sus reticencias en apoyar una legislación que sancione a los intolerantes.
Resulta notable que en medio del crecimiento económico y la modernización de Chile la protesta contra los abusos y desigualdades se acentúen. No es sólo el descontento por lo de Zamudio. En efecto, en 2006 y luego en 2011 se masificó el cuestionamiento contra un sistema educacional malo, caro y discriminatorio. En el 2010, fueron los consumidores, explotados por la usura de las tarjetas de crédito de la multitienda La Polar, los que protestaron por los abusos. Recientemente, los habitantes de Aysén paralizaron la región exigiendo el término de la discriminación económica y social que los afecta. También, “las nanas” de Chicureo, en el Santiago rico, han reclamado porque no se les permite caminar por las mismas calles que pisan sus patrones.
En suma, el caso del joven Zamudio pone de manifiesto la dramática realidad de desigualdades y abusos que caracterizan a la sociedad chilena, que se encuentran presentes no sólo en el plano económico, social y político, sino también en el ámbito valórico-cultural. Los defensores del orden actual se verán en serias dificultades si persisten en la defensa de un sistema cuyos cimientos son extremadamente frágiles.