¿Sabían que en el mundo se beben más de 4.000 tazas de Nescafé por segundo y que los productos de Coca-Cola se consumen 1.700 millones de veces al día? ¿Sabían que solo tres empresas controlan el 40% del mercado mundial de cacao y que en el 2010 Nestlé declaró ingresos que superan el producto bruto interno de países como Guatemala o Yemen?
De hecho, las diez grandes compañías alimentarias -Associated British Foods (ABF), CocaCola, Danone, General Mills, Kellogg, Mars, Mondelez International (antiguamente KraftFoods), Nestlé, PepsiCo y Unilever- generan, en conjunto, ingresos que superan los US$1.100 millones al día, ofreciendo trabajo a millones de personas de manera directa e indirecta, en el cultivo, procesamiento, distribución y venta de sus productos en todo el mundo. Estas compañías forman parte de una industria valorada en US$7 billones, cifra que representa aproximadamente 10% de la economía mundial.
La campaña Tras la marca insta a estas compañías a que replanteen su actual modelo de negocio e inicien una competencia sana que contribuya a la construcción de un sistema alimentario más sostenible y justo para todos.
Pero, ¿por qué relacionamos las grandes empresas de alimentos con el hambre y la pobreza en el mundo? Durante más de cien años, las empresas de alimentación y bebidas más poderosas se han servido de tierras y mano de obra alrededor del mundo -no necesariamente bien pagada- para elaborar productos a bajo costo, obteniendo enormes beneficios económicos. Sin embargo, en muchos casos, estos beneficios se han generado a expensas del medio ambiente y del bienestar de comunidades, contribuyendo a la crisis actual del sistema alimentario mundial.
Las diez grandes compañías que mencionamos y que hemos estudiado en un informe de Oxfam, denominado Tras la Marca, tienen el deber de realizar cambios claros y significativos en sus políticas y prácticas que puedan contribuir a garantizar un sistema alimentario más justo y sostenible, capaz de responder a las necesidades de los productores/as y de los consumidores/as.
La mayor parte de las personas que padece hambre en el mundo son, paradójicamente, los pequeños agricultores/as y trabajadores/as agrícolas que suministran productos a aproximadamente 3.000 millones de personas en todo el mundo, incluyendo a las grandes empresas de alimentos.
Alrededor de 60% de los jornaleros agrícolas vive en condiciones de pobreza. Al mismo tiempo, los cambios en el clima generados por las emisiones de gases de efecto invernadero -de las cuales un alto porcentaje proviene de la producción agrícola-, están haciendo que la agricultura sea una ocupación cada vez más insegura.
Por si fuera poco, los verdaderos pilares del sistema alimentario mundial -las tierras fértiles, el agua y condiciones meteorológicas previsibles-, se están convirtiendo en recursos y condiciones cada vez más escasos. Todo esto no es un secreto; algunas empresas son conscientes de que la agricultura, fuente de muchos de sus productos, es un negocio cada vez menos seguro, por lo que están tomando medidas para garantizar el suministro futuro de productos básicos, así como para reducir los riesgos sociales y medioambientales a lo largo de sus cadenas de suministro. Estas empresas, tienen la responsabilidad y el poder necesario para abordar y reducir el hambre y la pobreza desde sus cadenas de suministro. Algunas medidas, como el pago de salarios adecuados a los trabajadores el pago de precios justos a los pequeños agricultores/as y la eliminación de la explotación injusta de la tierra y el agua son acciones que están, indudablemente, a su alcance.
La campaña Tras la marca insta a estas compañías a que replanteen su actual modelo de negocio e inicien una competencia sana que contribuya a la construcción de un sistema alimentario más sostenible y justo para todos.
Identificando deficiencias en sus políticas corporativas, se trabaja en colaboración con el sector privado para impulsar mejoras en sus prácticas, así como un mejor desempeño social y medioambiental, centrándose en determinados aspectos de la cadena de suministro. Para suerte de todos, hay resultados y compromisos públicos por parte de algunas empresas como Mondelez, Nestle y Mars que han iniciado una evaluación del impacto de las condiciones de las mujeres en sus cadenas de suministro y tomarán medidas para mejorar las condiciones de las productoras de cacao y sus familias. Sin embargo, este gesto debería ser sólo el inicio de un proceder más extendido entre las más compañías de alimentos del mundo.