La invasión de Rusia a Ucrania ha puesto en evidencia que las batallas hoy se desarrollan en tres frentes simultáneamente: en el territorio físico, en el financiero y el cibernético. Y que están relacionados.

Como parte de las medidas sancionadoras en esta guerra financiera, Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Francia, Alemania e Italia excluyeron a varios bancos rusos de SWIFT, el sistema internacional de pagos. Con ello, se prohibió a los bancos rusos acceder a su sistema de mensajería. Pero con un “pero”: los bancos europeos y estadounidenses siguen compensando los pagos denominados en euros y dólares, como parte de las exenciones de las sanciones. De alguna forma hay que pagar por el petróleo ruso.

En el actual escenario, Rusia y sus bancos parecen estar observando más de cerca las criptodivisas como medio de intercambio internacional alternativo al dólar. Las grandes entre las criptos ya llevan tiempo mejorando los procesos de KYC (know your client) con medidas que eviten el blanqueo de capitales y financiamiento de terrorismo, y algunas ya implementan el “travel rule” de los fondos, por lo que podrían terminar sumándose al bloqueo de cuentas del gobierno ruso y sus bancos. Además, se estima que las actuales exchanges no tendrían la capacidad para el volumen de transacciones que estas instituciones realizan. Sin embargo, China sí tiene una infraestructura financiera capaz de ofrecer a Rusia una alternativa a SWIFT. Ese sería un camino que podría ver a la propia China probablemente sancionada también por la comunidad internacional, profundizando una fragmentación monetaria y de la globalización entre Oriente y Occidente, tal cual sucedió con el Imperio Romano. En ese escenario, cabe preguntarse cual sería el rol del yuan digital, el e-CNY, que ha estado siendo utilizado entre los participantes de los Juegos Olímpicos de Pekín.

Hasta el momento, plataformas de comercio de activos digitales como Coinbase no tienen intención de prohibir las transacciones de criptodivisas en Rusia, siendo así una forma en que los ciudadanos de ese país puedan tener acceso a su dinero. Mientras, en Ucrania las criptomonedas como Bitcoin comenzaron a tener un rol protagónico apenas comenzó la invasión. Hasta el momento se han realizado más de 102.000 donaciones de más de US$ 59 millones en bitcoins a Come Back Alive, una ONG ucraniana que presta apoyo a las fuerzas armadas de Ucrania. Otras criptos y activos digitales como los tokens no fungibles (NFT) no tardaron en aparecer, y el propio gobierno ha anunciado que venderá NFT para financiar la guerra contra Rusia. Lo que no se ha precisado es que tipo de activos se ofrecerán en este formato que podría incluir hasta los derechos de propiedad de bienes físicos donados globalmente.

Recordemos que el 18 de febrero de este año, el Parlamento de Ucrania aprobó una serie de enmiendas a su ley sobre activos virtuales, que entre otros aspectos le confería a la Comisión Nacional de Valores y Mercado de Valores atribuciones como ser el principal regulador de las criptomonedas. Todo ello, para crear un mercado regulado que cumpliera con los lineamientos financieros internacionales. Por otra parte, es importante recordar que si bien los NFT son activos digitales únicos y que las personas los asocian a objetos de colección no intercambiables, no siempre es así: los NFT podrían ser también instrumentos de pago o inversión. Inclusive pueden representar derechos sobre metales preciosos o moneda fiat. Así lo describe la GAFI en un documento publicado en octubre de 2021:

Como decía Albert Einstein, “la creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura”. Es por ello, que no me extrañaría que dada la situación de excepción en que se encuentra Ucrania pudiéramos ver activos financieros sofisticados en formato NFT que incluso estén disponibles en mundos Metaversos, más allá de la capacidad de control del Fondo Monetario Internacional y otras instituciones que resguardan el sistema financiero internacional. En una situación como ésta, lo que sí es crítico son las medidas de ciberseguridad en los distintos puntos de vulnerabilidad de la plataforma del marketplace (autenticación de usuarios, la base de datos que en algunos casos son on chain y en otros off chain, si es un nodo del Sistema de Archivos Interplanetarios (IPFS) que alberga el contenido del NFT, etc.) con diverso nivel de riesgo dependiendo de su diseño en cada punto crítico. Recordemos que en febrero recién pasado la plataforma OpenSea sufrió un ataque de phishing que provocó el robo a 17 usuarios de US$ 2millones en cripto por la venta indebida de estos tokens.

Y esto se relaciona con la otra dimensión de la guerra, la cibernética. El conflicto cibernético entre Rusia y Ucrania lleva décadas. En 2017 el malware apodado NotPetya se infiltró en un programa de contabilidad muy utilizado, destruyendo decenas de miles de ordenadores en lo que se estima fue un ataque del gobierno ruso, causando daños por más de US$ 10.000 millones, según Goldman Sachs, algo más del 10% del producto interior bruto de ese país. Hoy, tanto Ucrania como Rusia parecen haber acogido a hackers voluntarios expertos, creando canales en la aplicación de chat Telegram para dirigirlos a sitios web específicos. En particular, la guerra en Ucrania ha provocado una avalancha de ciberataques, por parte de aparentes “voluntarios”, como nunca antes se habían visto. Las batallas en línea han desdibujado las líneas entre los hackers respaldados por el Estado y los patrióticos, lo que dificulta a los gobiernos entender quién les está atacando y cómo tomar represalias.

Piratas informáticos voluntarios están convergiendo en el conflicto de Ucrania en forma decentralizada desde todo el mundo. Han dejado fuera de servicio los sitios web de los gobiernos ruso y ucraniano, y grafitearon mensajes contra la guerra. Inclusive lograron permear los niveles de ciberseguridad de medios de comunicación rusos y filtraron datos de operaciones de piratería informática rivales. Y se arremolinaron en salas de chat, esperando nuevas instrucciones y animándose unos a otros.

Las criptos hoy tienen un doble desafío ante los ataques cibernéticos, al ser parte de la estrategia de ambos países en guerra. Y en particular los criptoactivos, que están siendo fundamentales en el apoyo a Ucrania en su lucha por la libertad y la paz, requieren ser protegidos, o se transformarán en uno de los botines más atractivos para ciberdelicuentes. No obstante, confío que la gente que lucha por la paz y la libertad es demasiado grande para fracasar, ya sea como donante cripto, coleccionista de NFT o hacker blancos (“éticos o buenos”) de inspiración pacifista. Debemos apoyar estrategias que defiendan y promuevan el derecho de un país a su libertad. Así, como entre el año 2013 y 2014 el pueblo ucraniano se organizó utilizando redes sociales en un invierno en llamas para luchar por la libertad, en esta guerra la criptografía es su arma tecnológica en la batalla geopolítica que se da en el ámbito financiero. Eso les permitirá hacerse más fuertes en la batalla territorial. La diferencia es que hoy no están solos en esa lucha, pues todos tenemos la oportunidad de hacernos partícipes activamente en fortalecerlos.