El Banco Central Europeo (BCE) ha implementado una serie de medidas para intentar controlar los efectos del coronavirus, fundamentalmente manteniendo los tipos e inyectando dinero en el sistema a través de subastas de liquidez, hasta junio de 2020, además de generar compra de activos por 120.000 millones de euros hasta el final de este año.

Por otra parte, las exigencias de solvencia y liquidez para los bancos se han relajado para poder facilitar el crédito, concretamente se les va a permitir trabajar con menor nivel de capital definido en el pilar 2, aceptando la utilización de instrumentos de capital que no califican como CET1, llamados TIER 1 adicional y TIER 2, con menor colchón de conservación de capital (CCB), y también con menor ratio de cobertura de liquidez (LCR).  

Es una pena que el BCE haya sido tan tardío en reaccionar, ya que ha sido el último regulador en hacerlo, y de forma poco efectiva y potente. Creo que la presidenta del BCE no ha convencido ni en el fondo ni en las formas al mercado, que la veía con un gesto dubitativo y poco enérgico, echando balones fuera, diciendo poco menos que las primas de riesgo de los países a los que representa su política monetaria no dependían del BCE y argumentando que los gobiernos y sus políticas fiscales son las que tienen que tirar del carro del coronavirus. Habría que decirle a la señora Lagarde y a su consejo de gobierno que las políticas fiscales tienen un efecto a medio plazo y que ahora es necesario medidas monetarias que calmen los mercados en el cortísimo plazo; quizá tendría que aprender del señor Draghi, que fue capaz de sosegar a los mercados en la última gran crisis, con esta frase célebre: "haré todo lo necesario para ayudar al euro; será suficiente, háganme caso". 

Creo que estamos en un momento en que hay que intensificar los créditos a los bancos por parte del regulador, para que las entidades financieras puedan a su vez hacer que las pymes y la economía en general reciban esa financiación. 

Por nuestro bien, espero que las medidas de los bancos centrales sean rápidas, eficientes y decididas, ya que la incertidumbre actual y la evolución del coronavirus en Europa, y en general en el mundo, requiere de reguladores y políticos a la altura de las circunstancias.

Los mercados no recibieron bien sus propuestas, ya que no consiguieron el fin que hay que perseguir, resolver el problema inmediato de carácter financiero, mejorando la financiación de grandes empresas en su deuda corporativa y su emisión-compra en los mercados por parte del propio regulador y suministrar financiación a las pequeñas y medianas empresas, a través de la propia financiación bancaria del BCE.

Hay que reconocer que el miedo es libre y los más agoreros pronostican recesión debido al coronavirus, y el BCE está con las manos atadas, sin mucha capacidad de pegada, ya que lleva demasiado tiempo con tipos de interés en el 0%, y por tanto, no tiene casi margen de maniobra. De hecho, no ha bajado a más negativo el tipo de interés de las facilidad de depósito en el BCE, que para los bancos ya está en el -0,5%.

El que llegue o no llegue esta recesión dependerá en bastante medida de la rapidez de actuación de los bancos centrales; en la parte estadounidense, la inyección de US$1,5 billones de la FED ha sido aceptablemente contundente para calmar al mercado, pero tampoco consiguió demasiada tranquilidad, ya que Wall Street cayó 10%.

Por nuestro bien, espero que las medidas de los bancos centrales sean rápidas, eficientes y decididas, ya que la incertidumbre actual y la evolución del coronavirus en Europa, y en general en el mundo, requiere de reguladores y políticos a la altura de las circunstancias.