No importa el nombre ni el animal, podríamos llamarle camellos o chungungos y da igual. Hablemos mejor de su capacidad de adaptación más que de sus cualidades mágicas, porque al final, el resultado que se espera es el mismo: su capacidad para moverse en medio de un terreno incierto.

Particularmente desde la pandemia, nos preocupamos por celebrar el hipercrecimiento y las valorizaciones exorbitantes que alcanzaban las startups de Chile y el extranjero. Bien, pero insuficiente a todas luces. Ese boom, como bien sabemos, ya pasó.

Creo que todos los actores del ecosistema emprendedor nos confundimos en esa lectura y hoy, con un poco de culpa o responsabilidad, nos volvimos demasiado cautos hasta afirmar que la inversión en capital de riesgo se secó. Pero lo que veo todos los días, en Buenos Aires y el resto de la región, es que ese relato parece otro relato mitológico.

La inversión en emprendimiento sigue en pie, el único cambio relevante es que los venture capital están siendo más rigurosos con las valorizaciones y probablemente no volvamos a ver números tan gigantes como los que hicieron noticia. Pero eso no significa que no existan posibilidades reales de levantar capital hoy.

Estamos frente a una corrección, así lo llamaría. El paso que faltaba para enfocarse más en ventas y EBITDA, aunque también se ha transformado en una buena oportunidad para que las startups se vuelvan más responsables con su crecimiento y con el uso de sus recursos.

Noto que la industria sigue creciendo, los fondos de inversión ya tienen una trayectoria, muchos de ellos ya no son agnósticos, y algunas universidades se están especializando en ciertos perfiles de startups. Podríamos estarnos acercando a un momento de madurez del ecosistema emprendedor y sin darnos cuenta.

Frente a la incertidumbre mundial o los problemas que acarrea la inflación, tendríamos que mirar a Chile como un hub de talento en la región. Y no es una opinión antojadiza, sino fruto de fuentes confiables. Lo señala InvestChile cuando informa que la segunda mayor cartera de inversión extranjera corresponde a los Servicios Globales y Tecnología con un crecimiento del 41% durante el primer semestre de este año, desplazando a la tradicional minería al tercer lugar. Estamos hablando directamente del rubro TI.

Lo confirma el propio ministro de Hacienda, Mario Marcel, quien en un reciente encuentro con empresarios de la V región, destacó la instalación de data centers en el país, las oportunidades del 5G o los avances en inclusión financiera que significa el sector de las fintech.

Estos hechos, que parecen aislados cuando se mencionan así, están ocurriendo a la par de emprendimientos que, además del impacto económico, tienen un propósito social y medioambiental cada vez más relevante. Más aún, vemos startups en lugares como Valparaíso, Antofagasta u otras ciudades chilenas que coinciden en una actividad profundamente descentralizadora. Dicho de otro modo, no todas las actividades están sucediendo en la capital, también en regiones como el Distrito de Innovación V21 de Viña del Mar.

Precisamente, esto se relaciona de manera directa con lo que hacemos en Draper Startup House como red global, conectando el emprendimiento latinoamericano con las actividades formativas y de inversión que existen en Silicon Valley. Lo que antes parecía lejano.

Hoy, quienes llegamos a participar en el flamante ecosistema chileno, tenemos la obligación de cuantificar nuestro impacto y promoverlo con decisión. Si la próxima startup exitosa lucirá más parecida a un unicornio, camello o chungungo, no debería importarnos tanto. Será lo que será, y le daremos la bienvenida.

Lo importante es que surgirá como un modelo del cual otros emprendedores podrán aprender, una nueva historia que el ecosistema regional y nacional tendrán para contar al mundo.