El año que recién terminó se transformó en el año de los contratiempos, ya que la rápida recuperación económica y el repunte impulsado por la fabricación desencadenaron una dinámica salvaje del mercado. En ese sentido, el estrés de la cadena de suministro fue causado por los peaks en los precios de las materias primas.

En ese contexto, algunos metales industriales lograron incrementos a niveles récords y la crisis energética impulsó los temores de escasez. A eso se suma que los precios del petróleo superaron los US$ 80 por barril y la inflación fue el tema predominante en los debates, dejando en un segundo plano la incertidumbre provocada por el mercado inmobiliario de China.

Dentro de ese escenario, esperamos para este nuevo año que comienza una amplia normalización en los precios de los commodities. Los contratiempos que asolaron 2021 son resultado de factores cíclicos, no estructurales, por lo que actualmente nos encontramos en el campo de la inflación temporal, no duradera. Bajo esa premisa, las cadenas de suministro podrán expandirán y se liberarán del estrés sufrido durante el año pasado.

Por otro lado, el crecimiento de la oferta ha superado al de la demanda, y por tanto, los vientos de cola fundamentales deberían convertirse en vientos en contra. En esa línea, se considerarán una serie de incertidumbres clave y comodines como la política, las cuales provienen de naciones petroleras, China y los bancos centrales, reemplazando a la pandemia.

Así, el petróleo, uno de los principales commodities para los mercados mundiales mostrará una tendencia donde su precio se desenvolverá en el rango entre los US$ 60 y los US$ 70 por barril a medida que el equilibrio del mercado se relaje. Por otra parte, los precios del oro deberían moverse a la baja, con el estado de ánimo del mercado y la política del banco central creando oscilaciones alcistas y bajistas a corto plazo. Solo vemos efectos estructurales en juego para los precios de los metales de las baterías, ya que el rápido cambio hacia la movilidad eléctrica ha iniciado un ciclo industrial que ofrece un apoyo duradero a los precios.

En el caso del cobre, este es el que está más expuesto entre los principales metales, pese a que tiene un impacto significativo en la demanda de algunos metales menores. Por tanto, no advertimos que surja un superciclo, ya que el impacto negativo de China compensará el impacto positivo de la tecnología limpia. La incorporación de este factor de China es la principal razón por la que no prevemos un superciclo para el cobre ni para ningún otro de los principales mercados de metales.

En las próximas décadas, proyectamos un crecimiento significativo de la demanda de cobre, principalmente proveniente de los vehículos eléctricos. Es decir, el crecimiento sostenido de la demanda de tecnologías limpias de cobre en combinación con suministros algo limitados debería mantener los precios del cobre en niveles históricamente elevados. Sin embargo, creemos que este crecimiento no se sumará a la tendencia actual de la demanda, sino que solo compensará las caídas estructurales que proyectamos como consecuencia de los desafíos estructurales de China mencionados anteriormente.

Los argumentos de que las dinámicas de precios se basan principalmente en elementos cíclicos y, por tanto, deberían ser de carácter temporal, es decir, deberían durar meses y hasta bien entrado 2022 pero no en los últimos años de esta década.