La sociedad chilena en los dos últimos años ha sido muy enfática en demostrar un descontento generalizado respecto de la clase política tradicional y es que los discursos trasnochados de ideologías de izquierda y derecha ya empiezan a “hacer agua”.
Ya no tienen la misma acogida que lograron en otras tristes décadas de nuestra historia republicana, hoy simplemente son asimilados como elementos segmentadores cuyo único fin es continuar polarizando a Chile, anclándolo y condenándolo a vivir permanentemente atado a un pasado triste y cruento.
En buena hora nuestra sociedad ha empezado a despertar y consecuencia de ello logra manifestarse aun tímidamente y empieza a cuestionar a los “dioses” de nuestro acontecer político, senadores y diputados que han hecho de la política una forma de subsistir perpetuándose en sus escaños y otros que si bien no están por algún periodo, resultan siendo elegidos (me imagino que con mucha objetividad), como directores de alguna institución pública (o canal televisivo), de manera que siempre terminan siendo nutridos por la siempre dispuesta, generosa y cálida teta del Estado.
Entonces, ¿porque cuesta tanto ceder la posta de manera altruista y gallarda?, pues entiendo que el leitmotiv permanente fue siempre el servir de manera desinteresada, sin ninguna particular pretensión a Chile, sobretodo recurriendo a una vieja pero sabia práctica democrática, escuchar la voz del pueblo y si el clamor nacional es: “no confiamos en ustedes”, les corresponderá entonces asimilar lo anterior y ser aliados en restituir la confianza nacional.
El despertar antes señalado, obedece en buena parte también al factor desconfianza , Chile ya no confía, está demás que vuelva a reiterar que el sentimiento nacional en nuestra patria es la desconfianza, las razones ustedes las conocen, (desde proyectos de leyes gestados al interior de empresas que son enviados a honorables para que les den curso, hasta tráfico de influencias en donde valiéndose de cargos públicos consiguen favores para empresas familiares), pues gracia y también por desgracia, nuestros políticos tradicionales en gran parte son los responsables de ello y créanme que con disculpas, pucheros, enmiendas, intuiciones, discursos rencauchados, nuevas agrupaciones con nombres distintos pero con los mismos de siempre, simplemente no se les cree.
Entonces, ¿porque cuesta tanto ceder la posta de manera altruista y gallarda?, pues entiendo que el leitmotiv permanente fue siempre el servir de manera desinteresada, sin ninguna particular pretensión a Chile, sobretodo recurriendo a una vieja pero sabia práctica democrática, escuchar la voz del pueblo y si el clamor nacional es: “no confiamos en ustedes”, les corresponderá entonces asimilar lo anterior y ser aliados en restituir la confianza nacional.
Restituir la confianza en Chile es difícil pero no imposible, ¿cómo?, siendo aliados en la búsqueda y promoción de nuevos cuadros políticos, reitero, nuevos. Esto significa entender que la labor política no deber ser comprendida como una forma de subsistencia, entender que llegó la hora de hacerse a un lado para dar paso a nuevas generaciones, digerir que dejaron hace rato de ser los “elegidos”, probablemente lo fueron y ello les dio trascendencia, fueron necesarios para un momento en particular, el cual no tiene porqué perpetuarse; a propósito, me parece impresentable que algunos diputados en estos días señalen que están pensando si candidatean a senadores…reitero, verdaderamente impresentable que pretendan seguir viviendo a expensas de todos nosotros y lo más tragicómico es que persistan en validarse como necesarios para el país, como si en Chile no existiera gente capaz.
La labor de los presidenciables designados: Primero; entender que no es saludable desde ningún punto de vista tentar una reelección, los resultados han sido nefastos, sino, revisen nuestra historia republicana y contemporánea, además de echar un vistazo en la región. Segundo; comprender que Chile se cansó de lo mismo, por lo tanto, sería una magnífica labor el hecho que ustedes sean ahora los gestores de promover un Gobierno Independiente, si, un gobierno de gente que realmente tenga interés en servir, y no servirse, de profesionales competentes y no de “pitutos”, de designaciones técnicas y no “dedocráticas” (me refiero a esas liberalidades absurdas e incomprensibles en donde la autoridad de turno protegida en algún resquicio legal, designa a amiguísimos por ser de “absoluta confianza” en algún puesto público que es exclusivamente para técnicos), en donde impere el mérito funcionario y por cierto la fantasmal carrera funcionaria. Tercero; asimilar la posibilidad que los destinos del país puedan ser conducidos por un técnico con cualidades de líder y no necesariamente un político, ¿o acaso señores presidenciables nuestra patria carece de políticas de Estado?, les cuento que el camino en Chile hace rato fue trazado, por cierto que estoy de acuerdo en que siempre existirán algunas tendencias que deberán ser revisadas y asimiladas de acuerdo a la coyuntura.
Cuarto; no olvidar un factor determinante, inclusión social, cada vez se evidencian con más fuerza las diferencias abismales en nuestra sociedad, los que tienen plata y los que no, ¿dónde quedó el crecimiento para todos?, es impresentable que hasta el día de hoy, aún se escuche hablar de “barrio alto”, por más modismo que este pueda ser, y se tenga que seguir mencionando la frase tan desgastada “servicios de calidad”, cuando per –se, el servicio público siempre debió ser de calidad, pues este se debe al ciudadano, es la única razón de ser. Quinto; jueguen de manera limpia en la siguiente justa electoral (si a pesar del artículo persiste su afán en continuar candidateándose), recurran a los viejos y muy meritorios mecanismos del debate público y no a campañas majestuosas que más parecen el lanzamiento de una apoteósica marca que una exposición de ideas en favor de la sociedad.
La única pretensión de este artículo es empezar a generar un espacio de reflexión sobre el rol de nuestras agrupaciones políticas tradicionales en tiempos en donde no precisamente la confianza es un atributo que las caracterice.