Frente al estallido social del 18 de octubre, Chile debe hoy preocuparse, como una prioridad, de fortalecer su accionar en el ámbito de su política exterior. Nunca tanto, como en la actualidad, la necesaria sinergía entre política interior y exterior debe entenderse como un camino único que persigue la paz y estabilidad política, social y económica del país.
Las razones son varias. Por un lado, debemos transmitir que la excepcionalidad que hizo conocido Chile, como país modelo de estabilidad política y económica, están plenamente vigente. La presión de la ciudadanía por obtener mejores condiciones de vida se ha hecho escuchar, y las autoridades en conjunto con la dirigencia política logró, en un tiempo record, llegar a un acuerdo para encaminar al país hacia un nuevo pacto político y social.
Chile, por su historia, es un país resiliente y lo está demostrando una vez más. La política exterior, en su especificidad, puede apoyar a través de la cooperación con otros países, en la búsqueda de buenas prácticas, modelos y políticas públicas en temas como pensiones, salud, protección de la niñez, equidad de género, protección de los derechos humanos, seguridad urbana y convivencia policial, entre otros.
En momentos como los actuales, donde el país está focalizado en implementar una nueva agenda social distributiva, debe más que nunca profundizar su diplomacia multilateral y estrechar su relación con la Unión Europea. Con esta última tenemos una nutrida agenda bilateral que incluye un Acuerdo de Asociación y un proceso de modernización de este acuerdo. Pero más aún, con el bloque comunitario tenemos una relación de amistad, privilegiada. No por nada, en las últimas tres semanas, la Alta Representante de la Política Exterior de la UE, Federica Mogherini, ha reiterado, por lo menos en dos oportunidades, que la UE está disponible para ayudar a Chile a implementar las reformas sociales que el país requiere, para que la estabilidad política y la necesaria confianza económica que nuestros socios requieren vuelvan a ser el elemento distintivo de Chile en el concierto internacional.
En estos momentos, nuestra política exterior tiene la enorme responsabilidad no sólo de buscar cooperación con países que tengan modelos sociales adecuados para Chile, como lo podría ofrecer la UE, sino también que permitan renovar las confianzas de los inversionistas.
Nuestra política exterior debe ser ágil y reactiva. Aceptar el ofrecimiento de la UE es una opción necesaria. Por un lado, nos permite mostrar la madurez de Chile para hacer frente a las nuevas demandas sociales, y de paso, reafirma nuestro argumento de que países con renta media aún requieren ser elegibles para financiamiento para el desarrollo, pues deben consolidar su institucionalidad política y económica, a través de la implementación de reformas sociales profundas que nos conduzcan hacia una sociedad más justa y equitativa.
Asimismo, no debemos dejar de lado el accionar de Chile en el ámbito multilateral, el cual nos ha permitido tener una posición distintiva y de respeto en el concierto mundial. Es imperativo, después de la cancelación de la Cumbre APEC y de la Conferencia de Cambio Climático de la ONU, COP25, que nuestro país reactive sus prioridades de política exterior, en especial, en temas transversales, como infancia, equidad de género y cambio climático, sin dejar de lado la promoción de la democracia, el Estado de derecho y la defensa de los derechos humanos.
Nuestra diplomacia bilateral y multilateral deben orientarse en prioridad a satisfacer no sólo las urgencias sociales de nuestra sociedad, sino a conservar el patrimonio y la reputación internacional que Chile ha construido en las últimas dos décadas. Nuestro país no puede retraerse del ámbito internacional y dejar un vacío. Chile debe continuar manteniendo el liderazgo en la región, por su pasado, y hoy, sobre todo por su presente. Por eso es tan necesario que Cancillería ejerza el rol que le corresponde en su ámbito de acción.
En estos momentos, nuestra política exterior tiene la enorme responsabilidad no sólo de buscar cooperación con países que tengan modelos sociales adecuados para Chile, como lo podría ofrecer la UE, sino también que permitan renovar las confianzas de los inversionistas. Para ello, nuestro país requiere mantener una profunda y moderna presencia en la comunidad internacional, a través de una activa y asertiva participación en el ámbito bilateral y multilateral.