La tecnología es el método para aplicar el conocimiento científico a fines humanos como comunicarse, trasportar personas, carga o documentos, resolver los grandes cuestionamientos de la medicina, la construcción, la energía, el clima, la alimentación y otros esfuerzos similares.

Un énfasis pertinaz en ella puede ser tan prosaico como quien acumula bolsas de todo tipo −olvidando que al final sirven para guardar algo de mayor valor que la bolsa misma−, o tan sublime como encontrar la cura contra el cáncer.

Sin embargo, la seducción de los stocks de tecnología es obvia y hasta cierto punto, justificable, pues se benefician claramente cuando aumenta el ciclo de CapEx en las expansiones y son además empujados por innovaciones fundamentales, que contribuyen a la explosión del interés de lo que un mejor futuro traerá al hombre.

Esta fascinación ha pasado por etapas de manía desde hace siglos. En la Europa de 1700, incautos buscaban riqueza inmediata en propuestas osadas como acciones en compañías de barcos a prueba de piratas, o las que obtendrían plata del plomo, o desalinizar el agua del mar y hasta la rueda de movimiento perpetuo −perdiendo en ello todo su dinero−.

En 1960, los múltiplos de firmas de nuevas tecnologías se vendían a 200x su utilidad, como Control Data (que quebró en los 80). Luego en los 70 llegó un nuevo embrujo tech con la base de todo lo electrónico; entonces toda empresa con el sufijo “tronic”, aunque la firma no tuviera relación alguna con ello (la SEC encontró innumerables fraudes en los nombres de las emisoras), gozaba de múltiplos muchas veces mayores que lo que suponía su actividad real.

En la actualidad, fintech, biotech, foodtech, healthtech, agritech y “todotech” toman directamente del espíritu de esa época, que historiadores llamaron Nifty Fifty (N50) por las acciones que fueron darlings de entonces. Muchas de ellas quebraron, como Polaroid, que en su clímax en 1972 se vendía a 94x su utilidad, un número rara vez visto, pero que dio a sus accionistas un retorno anual de 1.24% (hasta que se separó en partes en 2001) todo ese tiempo, mucho menos que la inflación o los bonos del tesoro.

En la cúspide del mercado en el verano de 1972, el múltiplo de los N50 era de 37x, más del doble que el del Standard and Poors 500 (SPX) y sin embargo, los retornos de ambos índices fue casi igual los siguientes 20 años, por lo que obviamente no se justificaban los precios tan altos del N50.

Otras compañías como McDonald’s (a 60x), Disney (a 55x) y Coca Cola (a 42x) generaron retornos si bien por encima del mercado, exhibieron no obstante múltiplos muy altos. Todos las demás del N50 y en especial las relacionadas a la tecnología, tuvieron retornos decepcionantes del ´72 al ´93 (como IBM, Xerox y Texas Instr.). A las empresas del sector salud les fue mucho mejor.

En la actualidad, los múltiplos no están −en general− en los niveles previos al crash de 2000 pero si hay muchas emisoras muy caras (Tesla, Zoom, Netflix y Amazon sobrepasan los 50x) y, el fantasma seductor de la tecnología aún ronda los mercados. Durante el frenesí del DotCom hace 20 años, el índice Nasdaq 100 se vendía a 311x utilidad, pero hoy ese número es 91x, sólo el triple de como se encuentra el del SPX −pues en 2001 llegó a ser de diez veces la diferencia−.

En conclusión, siempre pesará la evidencia que han generado las bolsas desde hace más de 100 años, en las mediciones sobre los parámetros del mercado. Las valuaciones extremas de empresas tecnológicas no suelen ser realistas, por mencionar uno de ellos. Un múltiplo de más de 50x su utilidad casi nunca ha generado retornos por encima del mercado. En 2001 Dell, Ebay, Oracle y Qualcomm fueron casos muy raros que si lo hicieron, pero docenas más no, demostrando que esas excepciones marcan una regla.

Igualmente, las utilidades no pueden crecer por más de una década a tasas de doble dígito y los analistas que han retado este principio, han visto con sobriedad su error, pues crecimientos de 35% a 50% en 10 años hacia el futuro, reflejan una utilidad entre 30 y 60 veces mayor, lo cual es altamente optimista y muy probablemente irreal.

Por último, la empresa líder −ya sea ésta de tecnología o de cualquier otro sector− en una época cualquiera, difícilmente se puede mantener por tres o siquiera dos décadas completas en la cumbre y poco a poco comienza a ceder la atención, las valuaciones y el crecimiento hacia rivales mas atractivos y con mayor potencial. Ese ha sido el caso de IBM y como él muchos otros jugadores. Casos muy raros como el de Microsoft −que esta cerca de 30 años de estar en la pista central-− refuerzan la regla.

El mercado de nuestros días esta caro, pero no en los extremos y hay que considerar que otros sectores han acusado mejores resultados (ajustando por riesgo) en décadas anteriores, que el tecnológico, como el sector salud. También hay que revisar los supuestos detrás de proyecciones demasiado optimistas en el múltiplo o en la utilidad, porque este sector cambia de formas que son muy difíciles de predecir, aún por los más conocedores y astutos.