Hace unas semanas, exactamente, una joven de 15 años subió un video a YouTube a manera de grito de auxilio. No se escucha su voz, acaso se ve un poco de su cara, pero se leen varios mensajes escritos en hojas de papel, donde Amanda, la chica que grabó el video, narra una historia que, tristemente, tiene trágico final:

Una Amanda de doce años entra en contacto con un hombre a través de internet. La facilidad que la red da para el contacto con extraños la llevó a interactuar con uno que, al paso del tiempo y el trato, le pidió que le mostrara sus pechos. Ella accedió pensando que se trataba sólo de un episodio más de los millones que se tienen de forma similar todos los días en el mundo, donde al término de la sesión todo acababa, pero no fue así. Un año después, el sujeto comenzó a acosarla por Facebook y, un día, le pidió que se desnudara por completo y que, de negarse, enseñaría fotografías que tomó de aquella primera sesión, que las enviaría a sus amigos, a su familia. Teniendo ubicado su perfil en la red social más famosa del mundo, no le sería nada difícil dar con la gente de su círculo inmediato. Amanda rehusó y él cumplió su palabra.

Una madrugada, alrededor de las cuatro de la mañana, agentes de la policía de la Columbia Británica en Canadá, donde ocurrieron estos hechos, tocaron a la puerta del domicilio de Amanda. Ellos fueron los encargados de avisarle que fotografías suyas habían llegado vía electrónica a varios de sus amigos y familiares. Con ello empezó otra historia.

Amanda fue víctima de bullying. En las varias escuelas en las que fue inscrita tras el incidente, siempre sucedió lo mismo. Compañeros que la agredían de todas las formas posibles.

Amanda fue víctima de bullying. En las varias escuelas en las que fue inscrita tras el incidente, siempre sucedió lo mismo. Compañeros que la agredían de todas las formas posibles. En una secuencia del video, la narración que hace cuenta que en alguna ocasión la aventaron al piso y comenzaron a golpearla. Nadie la respetaba y, en su casa, como si nada pasara.

Esto le trajo una evidente depresión. Se sentía sola, por eso realizó el video: para pedir ayuda. Pero su llamado no hizo eco suficiente, al menos no antes del 10 de octubre, cuando el cuerpo de Amanda fue encontrado sin vida en su habitación.

Se llamaba Amanda Todd, tenía 15 años. Su nombre hoy da la vuelta al mundo junto a ese video que describimos en los párrafos previos. Hasta hoy es que tanto sus compañeros, su familia y toda aquella persona que leemos su historia y, claro, su trágico final, es que nos damos tiempo para pensar en lo serio que es el problema del bullying. No pensaríamos que alguien es capaz de cortar su vida con tal de librarse para siempre del insulto, del maltrato.

Hoy llega a los cines de México la cinta Después de Lucía, dirigida por el mexicano Michel Franco, premiado en el Festival de Cannes por esta misma película. En ella se aborda este tema, el bullying, entendido desde sus entrañas, su origen y paso en la vida, no sólo de quien lo sufre, sino de quienes lo generan.

El bullying está cobrando vidas que se van en pedazos o por completo. Es un tema que comienza a tener un lugar en la agenda de políticas sociales, como la generada por Mario Delgado siendo secretario de Educación del DF; pero debe ocupar un mayor lugar dentro de las casas, de las pláticas entre padres e hijos, porque muchas veces el bullying está oculto detrás de un ensordecedor silencio.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.