En agosto del 2011, la revista The Economist publicó uno de esos artículos interesantes y peculiares que nos lleva a volvernos sus suscriptores: la economía de la belleza. La conclusión era sencilla: la belleza otorga una “prima” en el mercado laboral. Sin embargo, y aunque hay una correlación estadística clara y sólida entre belleza y salarios, no se presenta evidencia alguna causalidad. Así que si tienes un rostro atractivo, es más probable que ganes más, pero si ganas más, no está claro que sea como resultado de tu cara.
Sobre esto, el profesor Guido Imbens escribió recientemente:
¿Las diferencias en los ingresos calificados en una escala de belleza representan efectos causales? Una posible interpretación es que representan los efectos causales de la cirugía plástica. Tal manipulación podría hacer que la diferencia sea causal, pero parece que no está claro si las correlaciones transversales entre belleza y ganancias en una encuesta basada en la población general representan los efectos causales de la cirugía plástica.
Debería protegerse el anonimato en las solicitudes de empleo, por lo menos en ese primer filtro. No hay necesidad alguna para exigir una foto, una dirección, ni siquiera un nombre. Nadie debería castigar por lo que somos o lo que parecemos que somos; después de todo algunos colegios suecos no permiten el uso de pronombres.
Así que lo que necesitamos es una manipulación clara de un rasgo, de una característica. Un ejemplo es el estudio que muestra que Emily y Greg son más empleables que Lakisha y Jamal. En ese estudio se enviaron solicitudes de trabajo al azar, y se compararon las respuestas según si el nombre sugería que la solicitante era afroamericana o caucásica. Los nombres blancos recibieron un 50% más de llamadas para entrevistas.
Usando este tipo de manipulación, mi colega Florencia López Boo (con Martin Rossi y Sergio Urzúa) intenta responder una pregunta:
¿Reciben las caras atractivas más ofertas de empleo?
Los autores enviaron electrónicamente más de 2.500 hojas de vida ficticias de jóvenes solicitantes de empleo, respondiendo a anuncios reales de trabajo en el sitio web de búsqueda de empleo más importante de Buenos Aires, Argentina. Cada hoja de vida ficticia incluyó nombres y apellidos de uso común. Los niveles de escolaridad, direcciones de domicilio y otros atributos fueron asignados al azar. Además, se transformaron profesionalmente 100 fotos (50 hombres y 50 mujeres) mezclando imágenes reales (para preservar anonimidad), y estas fotos fueron manipuladas modificando las proporciones de largo y ancho, de acuerdo a un ideal de belleza de “proporciones doradas”.
En teoría, lo atractivo de una cara se maximiza cuando la distancia vertical entre los ojos y la boca es de aproximadamente 46% de su longitud, y la distancia entre los ojos es de aproximadamente 46% del ancho de la cara. Estos son los candidatos atractivos. Las fotos para los poco atractivos fueron generadas modificando en dos distancias las proporciones doradas.
Luego, para cada vacante se sometieron seis solicitudes (tres por género): atractivos, poco atractivos y sin foto. Y para cada hoja de vida, se rastrearon las llamadas a entrevista.
Las hojas de vida de los candidatos atractivos recibieron 36% más de llamadas a entrevista que los candidatos poco atractivos. Hay una prima de belleza, independientemente de la edad (aunque acá hay poca varianza ya que todos los candidatos eran relativamente jóvenes), el género, o el estado civil. Los resultados no cambian si cambia el color de la piel o del pelo, el título de la vacante o el tipo de empresa. Hay un prima por belleza en todas los oficios, pero solo es estadísticamente significativa en tareas de soporte administrativo y servicios de comida. Además, los candidatos atractivos no solamente los llaman más, sino que los llaman antes.
También sabemos que vivir en la dirección correcta sirve en la Argentina. Pero, ¿porqué es esto importante en un blog que trata temas de desarrollo y efectividad en el desarrollo.
Aquí no estamos hablando de una flagrante discriminación por razones de género, origen étnico u orientación sexual. Lo que esta evidencia muestra no es menos insidioso. Las personas entran en los mercados de trabajo -en internet o no- y son discriminados por atributos que no son tan evidentes -una dirección, un rostro, un nombre. La mayoría de estos atributos son necesarios cuando se llena una solicitud de empleo en México, Chile, Colombia o el BID. Estos atributos emiten entonces una señal oculta que recoge el mercado.
Entonces, ¿qué se puede hacer? La solución es simple. Debería protegerse el anonimato en las solicitudes de empleo, por lo menos en ese primer filtro. No hay necesidad alguna para exigir una foto, una dirección, ni siquiera un nombre. Nadie debería castigar por lo que somos o lo que parecemos que somos; después de todo algunos colegios suecos no permiten el uso de pronombres.
Mientras tanto, intente con Photoshop
Dejemos que la belleza, como la justicia, sea ciega.
Y si leyó hasta acá, examínese y encuentre qué tanto discrimina usted…
*Esta columna fue publicada originalmente en el blog Desarrollo con Impacto Efectivo del Banco Interamericano de Desarrollo.