Todos, –desde los trabajadores, empresas grandes, medianas y pequeñas, políticos, autoridades y familias– estamos surfeado la tormenta en medio de esta crisis de COVID-19, poniendo todos nuestros recursos para enfrentarla y sobrevivir a ella, tanto desde el punto de vista sanitario como económico.

Es una transición difícil, desafiante, que nos demanda una mente clara para entender lo que ocurre, reinventarnos y pensar en cómo seguiremos operando cuando comience a declinar, como está ocurriendo en China y en otros países del orbe.

Sin duda, nuestros planes, a nivel personal y laboral, nuestras estrategias y nuestras inversiones deberán ser reevaluadas, porque tendremos que adecuarnos, oír el entorno, leerlo. Ese cambio no podrá ser cosmético, sólo de imagen, deberá ser real. Y para llegar a eso, desde ahora debemos comenzar a repensar en el largo plazo.

A mi parecer, con la experiencia en el mundo operacional, serían cinco las etapas que conformarían este océano por el que ya estamos navegando –sin haber estado preparados– algunos con más suerte que otros, no sólo en Chile, sino a nivel mundial.

La primera etapa fue la de la incredulidad. Al igual que Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, y de manera más profunda, otros líderes mundiales, como el mismo Jair Bolsonaro en Brasil y Donald Thrump en Estados Unidos, le atribuimos  a este virus características de un resfrío común. Aunque obviamente en Chile esta etapa fue mucho más fugaz y rápidamente empezamos a entender la magnitud del problema que estaba por delante.

Luego pasamos al estado de alarma, pidiendo cuarentena total, casi paralizándonos, sin importar la pérdida de empleos y la caída brusca de la economía. Era mal visto mencionar las cifras económicas frente a la pérdida de vidas que podríamos enfrentar. No visualizábamos que podríamos “asfixiarnos” con este encierro. Sólo pensábamos en resguardarnos de la pandemia, que estaba cobrando miles de vidas en Italia y España de manera creciente, y que se nos mostrada con rudeza en las redes sociales. Veíamos que esta enfermedad incluso impedía a miles de personas despedirse de sus seres queridos hasta en su lecho de muerte.

Hoy, pasadas ya varias semanas desde que llegó el COVID-19 a Chile, y cuando hemos superado la triste cifra de cien fallecidos, vivimos en plena etapa de acción consciente.

Hemos tenido que aprender a operar en estas nuevas circunstancias. Empezando a tomar más y más resguardos. Asumimos que para seguir operando, debemos tomar todas las medidas necesarias para reducir al máximo el riesgo de contagio a todo nivel. Aceptamos que el uso de mascarillas es un imperativo para protegernos y proteger a los otros. Entendemos el levantamiento de algunas cuarentenas para salvar las pérdidas económicas de diversas industrias, y agradecemos las diversas medidas económicas presentadas por el Gobierno para mantener a flote este barco.

Podemos decir, en base a la realidad que estamos viendo, que transitamos lentamente hacia la etapa del trabajo con cuidado, para dar la pelea al coronavirus, algunos desde las oficinas, otros desde el teletrabajo en sus casas, y muchos desde las instalaciones en terreno. Lamentablemente es una necesidad estar ahí. El país demanda que la cadena siga operando, y no cabe más que agradecer a quienes tienen que salir cada día a poner el hombro en las diversas industrias.

Es el momento de mirar a nuestro alrededor y usar todas las herramientas que puedan ayudarnos para mantenernos a flote, ya sea nuevas tecnologías, ideas novedosas de startups, oír sugerencias de los que saben, protocolos de especialistas, en fin, todo lo que pueda nutrirnos y ayudar a tomar mejores decisiones en el día a día de manera oportuna en beneficio nuestro, de nuestra familia, de nuestros colaboradores, y por qué no decirlo, de nuestros negocios.

Más adelante vendrá lo “new normal”. Si bien aún queda lo más duro, ya parece avizorarse al final un camino, esa era de la nueva normalidad, que será en realidad una nueva forma de relacionarse y de producir; y que se mantendrá en adelante. Ese nuevo escenario nos obligará a ser más eficientes con los recursos disponibles. Nos enfrentará al desafío de ajustarnos todos, haciendo una revisión profunda e interna, tanto personal como a nivel de empresas y organizaciones, que requerirá tomar en cuenta y tener muy presente la visión de nuestra gente, lo que será imprescindible para la legitimidad del proceso, ya que quizá se va a prescindir de personas y activos. Ahí vendrán las otras víctimas de este embate. Por eso, por ahora debemos seguir transitando por esta tormenta, temiendo que el océano se nos vuelva cada vez más rojo. No perdamos la brújula, actuemos hoy con verdaderas acciones conscientes para llegar a la orilla en las mejores condiciones, en lo que habrá sido el mayor maremoto del mundo en el último siglo. Cuando lleguemos a la orilla, no olvidemos todo lo que hemos vivido, a quienes estuvieron ahí junto a nosotros. Esperemos estar a la altura cuando eso ocurra.