Más allá de los aspectos formales y del debate político electoral, el discurso presidencial del 21 de mayo (cuando en Chile los presidentes realizan su cuenta anual pública) dejó en evidencia que en los últimos tres años hubo avances importantes, que el país siguió funcionando, pero que los grandes desafíos quedan como tareas pendientes para la próxima administración. En tal sentido, si se quisiera definir al gobierno de Sebastián Piñera, lo más preciso es caracterizarlo como uno de administración. Ello explica, probablemente, la poca atención prestada en el discurso a lo que se considera el legado de su gobierno.

En lo positivo, el discurso del presidente deja en evidencia que su administración logró mantener operando el país. Ello no era sencillo si se considera el terrible terremoto-tsunami del 27 F del 2010. En la economía, el crecimiento anual del PIB promedio de 5,8% en el período 2010-2012 ha sido importante. No obstante, es clave tener en cuenta que ello constituye en parte un efecto rebote respecto de la caída que experimentó la economía en 2009, como producto de la grave crisis financiera internacional y una expresión del esfuerzo necesario para reconstruir las zonas afectadas por el terremoto. Si se considera que el crecimiento del PIB en el primer trimestre del presente año alcanzó sólo 4,1%, es posible concluir que la tasa de crecimiento en 2013 llegará con dificultad al 4,5%. Ello sugiere que el dinamismo económico sigue sin dejar atrás los niveles históricos. Esto es expresión de que no se abordaron los problemas energéticos ni se logró desencadenar la modernización de las pymes.

Si bien es positivo que el primer mandatario defienda sus ideas, es sin duda un retroceso que el presidente siga visualizando la educación como bien de consumo, la salud como negocio y el sistema previsional como fuente de dinero barato para las grandes empresas, más que una fuente de seguridad para la vejez.

En el discurso fueron positivas y reiteradamente destacadas las reformas introducidas en el campo social, como la eliminación parcial del 7% de cotización de salud de los jubilados, la expansión del posnatal, la ampliación de las becas para la educación superior y la reducción de la tasa de interés cobrados por el Crédito con Aval del Estado. Ha sido positiva también la inclusión de nuevas enfermedades en el AUGE y los anuncios del presente discurso en relación con la atención dental para jóvenes y la idea de incorporar en la Constitución la obligatoriedad del kínder, extendiendo además las subvenciones a los menores de más de tres años.

Entrando en el área de lo no tan bueno, cabe destacar que el discurso deja en evidencia una característica recurrente de este gobierno: ofrecer mucho más de lo que hace. Mientras los principales proyectos de la administración siguen sin lograr avanzar en el Congreso (reforma de Isapres, reforma integral del sistema educativo, los proyectos en materia eléctrica), el presidente anuncia una serie de nuevos proyectos (ministerios, subsecretarías, diversas reformas, entre otros) para los cuales es claro que no hay espacio político ni tiempo en los meses que quedan de su administración.

Por eso es que el discurso mostró la preocupación del presidente por defender sus posiciones ideológicas. Si bien es positivo que el primer mandatario defienda sus ideas, es sin duda un retroceso que el presidente siga visualizando la educación como bien de consumo, la salud como negocio y el sistema previsional como fuente de dinero barato para las grandes empresas, más que una fuente de seguridad para la vejez. Su defensa irrestricta del modelo y su rechazo a introducir modificaciones sustantivas lo separa de la mayoría ciudadana.

El discurso deja en evidencia lo que sigue pendiente. Anuncia iniciativas respecto de la red pública de transmisión eléctrica y la conexión entre los sistemas interconectados central y del norte e incluso una propuesta para acelerar la tramitación de los proyectos eléctricos, pero lo cierto es que todos ellos no son más que proyectos que podrán avanzar poco bajo el presente gobierno y quedarán pendientes para la próxima administración.

Algo similar ocurre en el caso de los proyectos de infraestructura. El presidente anuncia varias iniciativas, pero lo cierto es que se trata de los mismos proyectos que siguen esperando desde hace ya casi ocho años. La construcción de la autopista de Vespucio Oriente (en la capital chilena) es quizás el ejemplo paradigmático. En este campo y en el energético, habría sido importante que el presidente reconociera la incapacidad de su gobierno de introducir avances sustantivos. No es tampoco un secreto que ha faltado imaginación y liderazgo para enfrentar los déficits en materia medio ambiental. Uno crucial es lo referido a la institucionalidad para ese ámbito.

En el campo económico no se han tomado las medidas para enfrentar el alto déficit en cuenta corriente que llega a 4% del PIB, en circunstancias que el precio promedio del cobre está entre los más altos de la historia. No se ha avanzado en crear una base económica que pueda sustituir la inevitable reducción de la contribución del cobre a la economía nacional. Han habido muchas propuestas, pero la investigación científica y tecnológica y de desarrollo productivo en general sigue siendo el pariente pobre de la política pública.

Lo que sí queda claro es que el discurso tiene lugar en un contexto que ha cambiado sustancialmente respecto de 2010. Los estudiantes y otros movimientos sociales corrieron el cerco: hoy el discurso presidencial y el debate público está marcado por la demanda ciudadana en favor del fin de lucro y la gratuidad en la educación, en contra del abuso instalado en nuestra propia legislación comercial, en la debilidad de la normativa regulatoria financiera, de promoción de la competencia y de defensa del consumidor. También está en la agenda pública la crítica a la frecuente falta de celo de los reguladores. Es claro que las Isapres, las AFP y los bancos no pueden hacer pasar con facilidad las leyes que les favorecen.

Este nuevo ambiente determinará no sólo el debate en la próxima elección presidencial, sino que además la orientación del futuro gobierno.